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Economía

Por qué 'Wanderlust' (Netflix) es el mejor antídoto contra la inflación del 'streaming'

Las miniseries pueden ayudar a controlar el gasto de plataformas y productoras frente a las superproducciones

Por qué ‘Wanderlust’ (Netflix) es el mejor antídoto contra la inflación del ‘streaming’

Una escena de la serie 'Wanderlust'. | Netflix

Wanderlust es una de esas series que rompen la filosofía inherente al negocio del streaming, basado generalmente en el mismo concepto que la comida rápida (ofrecer mucha cantidad a cambio de poco dinero). 

La fórmula implica atiborrar al espectador con títulos de dudosa consistencia e impone a plataformas y productoras un ritmo frenético, gastos más que notables y una difícil gestión de la hemeroteca, siempre bajo el riesgo de agotarse ante el fenómeno de los maratones de fin de semana.

Caben distintas estrategias de supervivencia. HBO, por ejemplo, dosifica ya sus estrenos. La nueva temporada de True Detective, protagonizada por Jodie Foster y ambientada en Alaska, emite un capítulo a la semana. Más interesante parece, sin embargo, lo que Wanderlust representa. 

Lanzada en 2018 y disponible ahora en Netflix, la serie dirigida por británico Nick Payne consta únicamente de seis capítulos. Payne huye del atracón narrativo y fija la mirilla en tres elementos: el guion, los actores y la banda sonora. 

Al ver Wanderlust uno tiene la misma sensación que al zambullirse en La sociedad de la nieve (Juan Antonio Bayona, 2023), premiadísima en los Goya y recordatorio firme de las bases del buen cine frente a la mediocridad preponderante. Es como probar el pollo al horno de Marlow & Sons, el famoso restaurante neoyorkino, y después hacer un pedido en Kentucky Fried Chicken.

Funciona Wanderlust porque la serie se plantea como una película de seis horas dividida en tramos simétricos sometidos a un listón exigente. Este (relativo) esfuerzo de síntesis toca las teclas bellas del streaming: contención de una inversión con frecuencia multimillonaria en un producto de tirón incierto, cuidado exquisito de los mimbres creativos y reeducación de la audiencia. 

El último punto podría sonar presuntuoso pero conecta en realidad con el espíritu de unos tiempos que celebran la vuelta a lo analógico (fotografía de carrete, vinilos, juegos de mesa) como contrapunto a la sobreexposición digital. 

El secreto está en la masa

El reparto gira en torno a la esplendorosa Toni Collette y cuenta con actores solventes como Steven Mackintosh, Zawe Ashton, Emma D’Arcy y Joe Hurst. A diferencia de esas propuestas prefabricadas con personajes de insufrible y anodina hermosura, aquí coexisten los guapos y los feos, los garbosos y los contrahechos, los herméticos y los deslenguados. Todos desprenden la misma autenticidad. 

Netflix, Amazon Prime Video y Disney+ acumulan más de 160 millones de suscriptores, según Statista. Los ingresos de esta industria rondaron en 2023 los 96.000 millones y romperán todos los récords en 2027 con una facturación próxima a los 138.000 millones. Incluso las plataformas chinas (Tencent, iQIYI, Youku) ganan peso poco a poco hasta el punto de comerle la tostada a un clásico como HBO. 

¿Cuál es el peligro?

Medir el cansancio del espectador es sencillo y acciona un mecanismo defensivo: si una temporada no funciona, la serie pasa a mejor vida. Es lo que ocurrió con la hilarante y ácida Bored to Death, por citar un caso sangrante. El riesgo de incurrir en pérdidas queda así limitado. 

Parece razonable, de cualquier forma, que nadie quiera vivir bajo el efecto Juego de Tronos: si el coste por temporada de esta gloriosa telenovela rondó los 100 millones de dólares, la precuela de La Casa del Dragón se aproxima peligrosamente en su primera entrega a los 200. Wanderlust habilita una vía intermedia que es amable con el bolsillo del streaming, la disponibilidad del espectador y la vigencia de la vieja escuela del planteamiento, nudo y desenlace. 

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