El exdirector de Garoña: «ETA acabó con el plan nuclear para que no fuésemos potencia militar»
Francisco Mier estuvo amenazado por la banda terrorista durante 20 años porque su central nuclear era el gran objetivo
Era la década de los 70 y un grupo de periodistas bien trajeados aguardaban la llegada del director de la central nuclear de Santa María de Garoña (Burgos). En esa época la sociedad pensaba que en las centrales trabajaban «extraterrestres». Una concepción que se disolvió como un azucarillo cuando apareció un treintañero en vaqueros que parecía «un discotequero barato». Su nombre es Francisco Mier (Cantabria, 1941), estudió Física con la especialidad de energía nuclear en la Universidad Complutense de Madrid, y tras una estancia en Estados Unidos volvió a España.
La trayectoria de Mier no se entiende sin su paso por el país norteamericano. Aterrizó a través de las empresas españolas como «alumno en formación» de la empresa estadounidense General Electric. Su integración allí fue inmediata. «Tuve la suerte de conectar con el núcleo más importante en aquel momento en el desarrollo de la energía nuclear. Trabajaba en Vallecitos Nuclear Center, donde se desarrollaban los reactores nucleares. Junto a este, estaba el laboratorio de Livermore (por donde circulaban premios Nobel sin parar) y el Sandia Laboratory, donde se aplicaban las tecnologías militares. No éramos muchos y el contacto era muy frecuente, con un ambiente muy próximo entre maestros y aprendices. Había parties (fiestas) los fines de semana que creaban una atmósfera muy agradable».
Mier ha sido una figura esencial en el desarrollo del programa nuclear español en los años 60 y 70. Era una España «limitada en conocimiento» pero en la que afloró un grupo de expertos nucleares con «enormes ganas e ilusión». El objetivo de este plan era abordarlo con «una visión global» porque, como explica el exdirector, «la energía nuclear nunca debe entenderse como algo diferente, concreto y limitado sino como un mundo universal. Todo lo que nos rodea es nuclear y todo funciona con energía nuclear. Vemos gracias a que hay radiación, por eso cuando apagamos la luz o se hace de noche no vemos. Las plantas se ponen verdes también por lo mismo. Negar a priori el mundo nuclear es negar la evidencia, y solo los ignorantes o los fanáticos niegan la evidencia».
En los años ochenta, la nuclear fue haciéndose un hueco en el mix energético español, hasta ese momento dominado por la hidráulica, el carbón y el petróleo. La central de Garoña «era la más grande de Europa» y «resumía las virtualidades de los diseños más avanzados de la época». Hasta ahí se desplazaban franceses, suecos, noruegos y rusos para formarse. «Teníamos un nivel y un ritmo envidiable y teníamos un planteamiento de construir 22 centrales nucleares». Pero todo se torció: «El programa nuclear requería inversiones de dinero enormes y las empresas empezaron a notar la falta de seguridad jurídica: con campañas en contra de nuclearizar España, un giro en las políticas del expresidente Felipe González… y los episodios de Lemóniz».
La nuclear en los años de plomo
«La banda terrorista ETA, con el señuelo de la independencia, buscaba que las Vascongadas no se industrializasen y que la energía nuclear no fuese una potencia en España porque eso daba mucho al país en el contexto internacional, no solo a la economía y a la tecnología, sino también, y hablando en plata, a la seguridad militar. Los países que tienen energía nuclear desarrollada tienen otra situación en el mundo que los que no la tienen», apunta Mier.
«ETA fue sin duda el detonante de la energía nuclear en España. Los que lo vivimos muy de cerca lo sabemos muy bien: arruinó esperanzas, la moral de mucha gente y de las empresas. Los gobiernos actuaron de una forma cobarde e impropia. Mataron a compañeros míos y yo estuve presionado fuertísimamente por la banda terrorista durante 20 años porque Garoña era el gran objetivo», sentencia el exdirector de la central.
Sobre la capacidad de la nuclear en el área militar, Mier explica que, «si tienes un vector que requiere muchísimo desarrollo tecnológico, muchos de esos elementos son aplicables a otras ramas de la industria, incluida la militar. Cuando se tiene armamento nuclear te pueden atacar, pero no te atacan a mayores. Es el caso de Francia, Reino Unido, Rusia, Israel, India y EEUU…». Sin ir más lejos, España en los años sesenta planteó la posibilidad de desarrollar armamento nuclear a través del ‘Proyecto Islero’, un plan que al final se truncó.
La situación de España
El Gobierno tiene decidido desterrar la nuclear del mix energético para el año 2035. Un escenario que critica Mier: «El problema hoy es que no hay debate sobre la energía nuclear. Lo que hay es imposición. Es de bochorno. Son ignorantes, faltos de cultura, de sensibilidad y de voluntad de trabajar. Cuentan una cantidad de milongas que no tienen nombre y que carecen de sensatez. Cuando todos han negado la evidencia, y han desbaratado ilusiones, compromisos y se ha tirado por la borda la mitad de lo que había que conservar, ahora dicen que la nuclear se puede considerar verde. Todas las naciones del mundo que tienen ganas de subsistir con cierta calidad están renaciendo sus programas nucleares con mucha antelación, menos Alemania, que no interesa que resurja».
«En España hay una población dormida con una mala educación en los últimos veinte años, y una clase dirigente ignorante y malformada que no quiere que prospere el país, sino ellos», añade el exdirector, que además lanza una reflexión: «Si el programa nuclear se hubiese puesto en marcha, hubiésemos desarrollado las renovables, y al mismo tiempo hubiésemos hecho la reversibilidad de los pantanos hoy estaríamos exportando energía y teniendo el precio de esta a la mitad», añade Mier.
La vida útil de las centrales
La vida útil o cuánto duran las centrales nucleares es otro de los grandes monotemas que giran alrededor de la energía nuclear. Una discusión que para Mier es muy simple, y que tiene algo de mito. «A principios de los ochenta teníamos todos los problemas tecnológicos de las grandes centrales nucleares resueltos. En los inicios comenzó a hablarse de una vida útil de veinte años porque es el número que financieramente siempre hemos utilizado en economía para garantizar el retorno de un capital. Había que ofrecerle al comprador un mínimo de garantía y de seguridad y las empresas grandes ofrecían ese número, por un tema puramente económico, no tecnológico».
«Cuando luego fuimos desarrollando -junto con los problemas, las soluciones- entonces nos dimos cuenta de que la vida de las centrales dependía más de nosotros. Concluimos que la vida de las centrales no es infinita, pero casi tan larga como nos esforcemos que sea. Ahora mismo yo puedo asegurar que mi central -que ya la tienen medio desmantelada (el pasado verano una orden ministerial autorizó el inicio para su cierre definitivo)-, si fuera voluntad de alguien, podría durar otros 20 o 30 años más con el conocimiento que tenemos ahora. Pero esta podría incrementar con conocimiento futuro», sentencia el exdirector de Garoña.