Inteligencia artificial y realidad aumentada ya dan forma al tecnolibro: ¿resistirá el papel?
La digitalización, los lectores ‘sprinters’ y dispositivos como las Apple Vision Pro empujan al libro a ser un exotismo
En torno al smartphone se construye todo un movimiento económico donde redes sociales, marcas, medios de comunicación y gigantes tecnológicos concentran sus esfuerzos de captación. Es la cesta más suculenta de la historia, un embudo que conecta directamente al consumidor con el negocio. Para que las posibilidades aumenten, sólo existe una premisa: el individuo debe pasar el máximo tiempo posible conectado al dispositivo.
De momento, la estrategia funciona a la perfección, aunque encierre un tremebundo efecto colateral, la devaluación imparable de la capacidad de concentración, troceada en microesfuerzos que convierten al lector en una especie de velocista voraz.
Un gráfico algo desactualizado de Statista (2018) replicado por el Foro Económico Mundial arroja la siguiente radiografía: Estonia es el país de la UE donde la población dedica más tiempo al día a leer con una media de 13 minutos. Los españoles se sitúan en la zona media-baja de la clasificación (seis minutos), justo por detrás de Alemania, empatados con los holandeses y por delante austriacos, italianos, rumanos y franceses.
Se plantea aquí una duda más que razonable. Si la sociedad contemporánea lee con modestia y concentra el interés en unas pocas líneas que después dejan paso al scroll distraído de YouTube, Tik Tok o Instagram o a esos inmensos folletines que son los grupos de WhatsApp, puede deducirse que la industria editorial buscará fórmulas de adaptación basadas en la tecnología.
Dicho de otro modo, tal vez el libro clásico (entendido como objeto físico con contenido inalterable) deje paso al tecnolibro, una suerte de fusión entre lo estático y lo interactivo con ingredientes como la inteligencia artificial, la realidad aumentada y la gamificación.
Peter Wang, cofundador y CEO de Anaconda, startup de IA ubicada en Texas que ha levantado 75 millones de euros hasta la fecha, acuña el neologismo thunks para vislumbrar un futuro donde el párrafo será complementado con «pepitas de pensamiento» capaces de relacionarse con cada persona en función de su conocimiento e intereses, presumiblemente a costa de la privacidad.
Traducida, la teoría de Wang no deja de ser un rescate agresivo de la filosofía Timun Mas, editorial integrada hoy en Grupo Planeta, bajo la extinta colección Elige tu propia aventura, formato que planteaba diferentes saltos de página en función de las decisiones que tomase el lector. Lo viejo palpita en lo nuevo.
La pista que desliza el titán…
Apple es el Rey Midas tech. Si la megaempresa de Cupertino invierte ingentes cantidades en sus gafas Vision Pro, significa que generará hábitos de consumo inéditos. Los cómics y las novelas digitales adquieren así una pátina efectista que encaja como un guante en la cultura de los efectos especiales, el streaming y los videojuegos.
… Y la incógnita que sobrevuela
Diferentes escuelas de pensamiento colisionan en torno a la gran cuestión de si el papel desaparecerá en una o dos generaciones o se convertirá, como el leopardo de las nieves o las cámaras analógicas, en una rareza. Más de cinco siglos avalan la resiliencia del libro ortodoxo, pero es innegable que cualquier aproximación innovadora pasará por encima del canon para seducir, sobre todo, a aquellas generaciones tan habituadas al silo digital que podrían considerarse, en sentido muy amplio, cíborgs de andar por casa.
No es menos cierta la opinión que postula lo contrario: que en la era líquida y volátil lo permanente es una virtud, tal y como arguye Johathan Franzen: «Cuando leo un libro, manipulo un objeto en un tiempo y lugar determinados. Me tranquiliza saber que, si cojo un tomo de una estantería, dirá exactamente lo mismo que siempre dijo».