Cinco principios que todo gran empresario exportaría a la política
Prisioneros de la consigna, los dirigentes españoles bien harían en copiar algunas ideas básicas del emprendimiento
Tan elevado suele ser el deterioro de las administraciones que, en EEUU, el presidente electo, Donald Trump, ha encomendado a un empresario, Elon Musk, la intrincada tarea de podar lo público y eliminar ineficiencias. En España, igual que en Norteamérica o en cualquier otro rincón del planeta, lo público abarca dos cosas: el armazón que sujeta un Estado y las personas (políticos) que deciden cómo se sostiene dicho bastidor.
El error más habitual de este mecanismo es que, lejos de basarse en métodos científicos, más bien funciona gracias o a pesar del elemento humano, responsable de introducir ciertas ideologías y, por lo tanto, un sinfín de consignas destinadas a condicionar la escasa parte técnica de ese entramado que conforman sanidad, educación, justicia o pensiones.
Aún más grave, el elemento humano encargado de elaborar las instrucciones no se nutre de las élites sociales, entendiendo por tales aquellas que despuntan no por cuestiones económicas, sino de mérito y excelencia. Resulta curioso que en un país como España, donde compañías como Inditex o Telefónica han demostrado su talla internacional y donde existen decenas de cientos de empresarios, directivos y profesionales de primer nivel, la figura del político esté mucho más ligada al animal de partido, a la cantera y las siglas, que a una trayectoria intachable en el ámbito privado.
Muchos de esos perfiles se amoldan a la estampa del emprendedor. Amancio Ortega siempre lo ha sido, igual que lo son, en otra escala, Antonio Espinosa de los Monteros (Liux), Javier Arroyo (Smartick) o Manuel Marina (Idoven). Es probable que todos ellos coincidiesen en una serie de mandamientos básicos en el improbable (imposible) caso de que un día decidieran dar el salto a la política.
Lo importante es el equipo
Ninguna multinacional, ninguna organización habituada a la rentabilidad, ninguna sólida fuente de facturación fía su éxito a un solo individuo. El buen consejero delegado se rodea siempre de los mejores para entregarse a la inteligencia colectiva y sus infinitas posibilidades. Los gobiernos, incluso los occidentales, destacan por lo contrario: al líder se le sigue a ciegas, sin rechistar, sobre todo mientras siga siendo líder.
Visión, no supervivencia
Hito a hito, la empresa tiene que llegar a algún sitio. El fin no es sobrevivir a toda costa, el fin es crear una organización sana para, a partir de ese vigor, actuar con ambición y sentido y crear empleo y riqueza. Todo empresario amasa en su mente una idea. Los demás están ahí para recordárselo y apretarle las tuercas si titubea.
Los valores no se venden
Javier Goyeneche (Ecoalf) afirma que prefiere ganar menos si ello supone traicionar su filosofía, basada en la sostenibilidad y el impacto positivo. Esta tendencia no deja de crecer, para alegría de precursores como Ronald Cohen, pero es una auténtica rareza en el escenario político español, donde a menudo un Ejecutivo central fía su suerte a minorías con intereses antagónicos, como si estar fuese más importante que ser.
Semilla local, aliento global
Los fondos de inversión portugueses suelen referirse a una particularidad que marca ya los destinos del país vecino: como su mercado es tan pequeño, los emprendedores siempre piensan a lo grande. Así se construyen las grandes voces y así se gana presencia y respeto en los foros más poderosos. ¿Cuál es hoy el mercado (político) español? Un país encerrado en sus fronteras (una pyme de barrio) es una fórmula demasiado limitada en estos tiempos de interconexiones y movimientos sísmicos.
La rueda no se inventa, se engrasa
Ancho es el terreno de las ideas. Desde la Grecia clásica hasta el fascismo o el comunismo, el sapiens nunca ceja en su empeño de dar con la tecla ideológica ganadora. Aunque nada haga sombra al capitalismo, el sistema atraviesa en la actualidad la prórroga de su forzosa reinvención: los ESG, la descarbonización, la teoría del bien común, la conquista de Marte o la irrupción de la IA son piezas de ese rompecabezas y simbolizan en mayor o menor medida nuevas oportunidades. Si el político se aferra al misal aprendido en la militancia, un empresario hace gala del mejor pragmatismo: flexibilidad, innovación y audacia para mantener viva la rueda y evitar el pinchazo.