¿Comprar productos frescos? Las familias con más miembros limitan su consumo para ahorrar
En los hogares con más integrantes suelen convivir menores y ancianos, dos grupos de mayor vulnerabilidad desde el punto de vista de la nutrición.
A menos ingresos, peor alimentación. Es la fórmula que se repite cada vez que la economía no va bien. Y es la realidad para un 35,5% de las familias en España, que han empeorado sus hábitos alimenticios como consecuencia de la crisis económica. Un fenómeno que suele afectar más a los hogares con ingresos más precarios. Pero la novedad es que también ha impactado en las familias con más miembros: en más de la mitad han tenido que restringir la comprar productos frescos.
El carrito de la compra se llena con menos productos frescos, que suelen ser más caros. Y es que cuando se reducen los ingresos, la alimentación se resiente, con las consecuencias que esto tiene para la salud de las personas.
Y no solo lo hace en los hogares con bajos ingresos. El consumo de alimentos frescos ha caído un 53,9% de los hogares con mayor número de miembros. Esto no es un detalle menor, ya que en ellos, por lo general, conviven menores y ancianos, que son los grupos más vulnerables desde el punto de vista nutricional.
Son parte de las conclusiones del informe Sociedad y decisión alimentaria en España, elaborado por el Instituto Universitario CEU Alimentación y Sociedad y la Fundación MAPFRE en base a una encuesta representativa a 2.000 personas
Menos ingresos equivale a una dieta de peor calidad
La crisis económica, las secuelas de la pandemia y el teletrabajo han influido en las decisiones que adoptamos al comprar alimentos. Pero también en cómo comemos y con quién. Y es que no son pocos los españoles que se han visto forzados a romper con la dieta mediterránea, una de las más recomendadas porque se basa en un consumo variado de productos de proximidad y temporada.
La investigación confirma que a medida que se reduce el nivel de ingresos económicos en el hogar, la dieta tiene a ser de peor calidad. ¿Por qué? Porque se opta con mayor frecuencia por adquirir productos de menor precio y disminuye el consumo de frutas, verduras y hortalizas. Lo mismo ocurre con el consumo de carne y pescado.
A todo ello se suman retos relacionados con la dieta que vienen de antes, pero que se acentúan cuando la economía deja los bolsillos vacíos antes de fin de mes. Es lo que ocurre con la obesidad: sigue siendo más frecuente entre las clases más desfavorecidas.
Precio y salud para llenar el carrito de la compra
En el momento de hacer la compra, la mayoría de los encuestados se fija principalmente en la fecha de caducidad del producto, seguido del precio y de si es saludable. Para determinar si cumplen este último requisito, los encuestados aseguran que se fijan en el contenido en azúcares, grasas saturadas y ultra procesados, entre otros factores.
También llaman la atención otros factores que sin ser los prioritarios, se tienen en cuenta cada vez más por parte de los consumidores. Aquí entran la marca comercial o que el producto ofrezca «valor añadido», es decir, que esté enriquecido con vitaminas y calcio, entre otros. También se fijan en que no contenga alérgenos.
El informe destaca que ha disminuido la compra en el mercado tradicional y las tiendas de barrio y que se ha incrementado en los hipermercados (para productos no perecederos) y supermercados (para productos frescos). En comparación con años anteriores, han aumentado de forma significativa las personas que compran distintos alimentos (13% en 2015 y 28,4% en 2022) en distintos lugares (15,4% en 2015 y 26,2% en 2022) en función de si es a principio o final del mes, cuando el presupuesto suele ser bastante más escaso.
Comer «alguna vez» fuera de casa
Sobre la posibilidad de salir a comer fuera de casa, tres de cada cuatro encuestados afirman que lo hace «alguna vez» los días de diario, mientras que nueve de cada 10 lo deja únicamente los fines de semana.
Entre las razones para salir a comer a diario, destaca la falta de tiempo para hacerlo en casa, y en el que caso de salir a comer o cenar los fines de semana, los motivos principales son: ocio (60%), relaciones sociales (41%) y comodidad (38%).
Alimentación silenciosa frente a una pantalla
Otro dato de interés del informe es que confirma el surgimiento de nuevos fenómenos en los hábitos alimenticios de toda la sociedad. Más allá de que los alimentos de mejor calidad queden fuera de la cesta de la compra, hay tendencias como el de la alimentación silenciosa, muy común entre los más jóvenes.
Consiste en comer en solitario, sin nadie con quien hablar o compartir la comida, sentado con una bandeja y con la vista fija en una pantalla. Normalmente, del teléfono móvil o de la televisión.
Hay una elevada proporción de personas que confiesan que comen (39,7%) y cenan (38,4%) en su hogar viendo la televisión u otro tipo de pantallas. Son porcentajes que superan al número de personas que comen sentados, conversando y los que prestan atención a la comida.
Se trata de un hábito perjudicial que hay que evitar. Y es que los expertos recomiendan precisamente compartir las comida con otras personas. Este hábito está relacionado con una dieta más saludable y con mayores niveles de satisfacción de las personas.