THE OBJECTIVE
Laura Calonge

A Dios pongo por testigo

“A Dios pongo por testigo que jamás volveré a pasar hambre”, decía Scarlett O’Hara al regresar Tara, su hogar, y lamentar como las otrora fértiles tierras habían sido devastadas por los incendios. Era en “Lo que el viento se llevó”, aunque el viento siga llevándose por delante otras plantaciones, fauna y flora, en otros confines del planeta.

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A Dios pongo por testigo

“A Dios pongo por testigo que jamás volveré a pasar hambre”, decía Scarlett O’Hara al regresar Tara, su hogar, y lamentar como las otrora fértiles tierras habían sido devastadas por los incendios. Era en “Lo que el viento se llevó”, aunque el viento siga llevándose por delante otras plantaciones, fauna y flora, en otros confines del planeta.

España lleva meses ardiendo y contabiliza ya más de 50.000 hectáreas quemadas. Y no sólo hemos de medir esto en horizontal: ese fuego, además de la tierra, arrasa con la fauna autóctona, y con las personas que por vivir en las inmediaciones deben abandonar sus casas. A su regreso, si con suerte no han perdido su vivienda, encuentran un paisaje tan desolador como el que encontró Scarlett tras los incendios provocados por la Guerra de Secesión que dividió Norte y Sur de EEUU. ¿Casualidad? Como diría cualquier gurú o maestro espiritual, las casualidades no existen. Ellos aluden más bien a las “causalidades” y en el caso de los incendios que azotan España incluso en una estación tan poco inflamable como el invierno, la causalidad bien podría llamarse la “Nueva Ley de Montes”, que fue aprobada este año en el Congreso de los Diputados y que permite edificar sobre terreno incendiado, sin esperar tres décadas como exigía la anterior Ley de 2003.

En sólo esta semana, más de cien incendios activos en el norte de España han destruido más de 2.000 hectáreas consideradas de alto valor ecológico, siendo Cantabria la zona más castigada. Es la peor ola de incendios en el norte de España en el último cuarto de siglo y según la “causalidad”, la Nueva Ley de Montes permite a las comunidades autónomas a recalificar el terreno incendiado, y cambiar el uso de esos terrenos forestales siempre que existan razones de “interés público”. Y desde que se aprobó este verano, los incendios forestales se han multiplicado por generación espontánea. Recordemos que en Indonesia, cuya situación ecológica es grave, los incendios forestales masivos han ido de la mano con las plantaciones de monocultivo de aceite de palma. También lo llamaremos “causalidad”.

Es una tristeza que existan personas que sigan pensando que la tierra no es un bien común y con una mentalidad tan estrecha como para preferir pan de hoy y hambre de mañana. Si esto no lo paramos entre todos, el día que sólo queden apartamentos, ese día este país se habrá convertido en un gran hibernadero sin ningún atractivo turístico. Amemos esta tierra y defendámosla como prometió Scarlett O’Hara poniendo a Dios por testigo.

Feliz Año.

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