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Ricardo Dudda

El domingo más domingo

«‘Domingo flamenco’, el cómic de Olivier Schrauwen, es una obra deprimente, divertidísima, llena de reflexiones absurdas y con un poso amargo y profundo»

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El domingo más domingo

Olivier Schrauwen. | Wikipedia

Un día Olivier Schrauwen, novelista gráfico belga, le pidió a su primo Thibault, un diseñador gráfico, que le contara uno de los días más anodinos que recordara. Habían hablado alguna vez de los «días perdidos», esos días de procrastinación y aburrimiento que suelen coincidir con los domingos. «Le sugerí que eligiese un día especialmente aburrido. Se decidió por un domingo de principios del otoño de 2017», escribe el autor. «Durante varios fines de semana, nos pusimos manos a la obra para inventariar meticulosamente los acontecimientos de aquel día. Todo pensamiento y (no) acontecimiento tenía importancia». El resultado es Domingo flamenco, otra joya de Fulgencio Pimentel, quizá la editorial que hace los libros más bonitos de España.

Thibault se despierta temprano, remolonea en la cama con el móvil, empieza el día con culpa por ser tan perezoso. «¿Me llevo el café al baño? No sé, ¿debería?» «Aunque café y jabón…» Su novia llega ese día de viaje, ha estado en África. Llevan más de diez años juntos pero le cuesta muchísimo escribirle un mensaje para preguntarle cuándo llega exactamente. «Hace mucho que no le escribo. Tengo que pensar algo bueno. Algo ocurrente pero no muy estudiado. Algo ligero, espontáneo…». Es un perfecto neurótico. «Vamos, hombre, no puede ser tan difícil. Escribe algo normal y mínimamente auténtico». El autor dedica varias páginas a los intentos del personaje por escribir algo ingenioso desde la bañera. El mensaje final es: «bb, techo de menos, cuándo vuelves?»

Recién bañado, después de masturbarse, se toma un café, hace un poco de air guitar con James Brown. Tiene que entregar una tipografía para un cliente pero lo pospone constantemente. Comienza un libro malísimo de filosofía que empieza con la siguiente frase: «Comenzaremos por analizar las dimensiones simbólicas del ratón como ser ctónico y como criatura de tamaño reducido». Varias páginas hilarantes analizando esa frase. «La primera frase hace de cancerbero, impidiendo la entrada a ineptos… Vuelve a tu feed de twitter, subnormal. Aquí usamos palabras como ‘ctónico’».

Thibault busca constantemente estar en el presente, pero no lo consigue. «Debería trabajar en el desapego. Observar pasivamente. Ser más fenoli…fenomenológico». Su mente divaga, construye escenarios, viaja, fantasea, reflexiona sobre la vejez y su cuerpo, vuelve a canturrear James Brown… En la página, el resultado es fascinante, un constante cambio de tonos y estructuras. Cada historia tiene su color y trazo. Como explica el autor «los recuerdos se muestran en un color más claro. Las representaciones hipotéticas han sido dibujadas con un trazo sencillo y en cierto modo ingenuo». Y la voz interior de Thibault no para nunca, está presente en todas las viñetas: es un monólogo constante, banal, con algunos destellos y muchas tonterías.

«Es sobre todo una obra originalísima sobre la neurosis y la creatividad»

Y sin embargo Domingo flamenco no es uno de esos artefactos cuyo principal mérito es la estructura y la no-linealidad y la experimentación o el puzle. Es una obra deprimente, divertidísima, llena de reflexiones absurdas y, al mismo tiempo, un poso amargo y profundo. Hay una crisis de pareja en sordina, hay una clara crisis de los cuarenta, es un perfecto ejemplo de cómo funciona la creatividad y cómo trabaja alguien creativo (no hay epifanías, no hay momentos eureka, hay porno y procrastinación y ensoñaciones y siestas y mucha mucha culpabilidad). Y tiene una traducción perfecta, nada impostada, con modismos y expresiones contemporáneas (ese «bb» del mensaje a la novia, un uso perfecto del concepto cringe, «loco», incel, colega, tal, tipo, rollo…»)

Aunque la voz de Thibault no desaparece nunca, la acción muchas veces está en otro sitio. Un primo macarra le quiere preparar una sorpresa por su cumpleaños. La historia le sigue en sus andanzas por la ciudad: sus borracheras, robos, amantes, amigos. Un antiguo amor fallido de Thibault, del que todavía él está obsesionado, está en la ciudad y se une a las aventuras del primo. Una vecina intenta varias veces a lo largo del día llevarle algo de comer a Thibault, pero nunca responde a la puerta. Un par de borrachos enfrente de su casa hablan de banalidades. Su novia casi pierde el vuelo de vuelta desde África. Todos estos personajes acaban convergiendo a medianoche en la puerta de la casa de Thibault, que se ha fumado un porro y se ha quedado dormido viendo El código Da Vinci… (el análisis de fumado que hace del filme es hilarante).

Domingo flamenco es una obra maestra de 500 páginas que se lee como un suspiro, una mezcla del Ulises de Joyce + Pynchon + Slacker de Richard Linklater. Pero es sobre todo una obra originalísima sobre la neurosis y la creatividad. Consigue ser tierna desde la más absoluta crudeza y emociona a pesar de ser bruta, malhablada y punki.

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