Barbara

Entre nuestros vecinos europeos la lucha ideológica y cultural contra el terrorismo etarra ha encontrado pocos apoyos. Al contrario, mas bien ha sido ETA la que ha tenido simpatizantes o comprensivos justificadores en los medios periodísticos y académicos. Para quienes nada sabían del asunto, lo mas sencillo era aplicar el gastado esquema movimiento de liberación vs. Estado opresor, recurriendo además al espantajo del franquismo para agravar la caricatura. Pero claro, cómo vamos a quejarnos de la incomprensión de los foráneos si la hemos tenido (¿y tenemos?) dentro de nuestro país, entre elementos de la inopia «revolucionaria» que en algunos casos han llegado a los mas altos cargos políticos.

Durante décadas, mientras se acumulaban las víctimas del más duradero grupo terrorista del continente y morían miembros de las fuerzas de seguridad, profesores, periodistas, jueces, empresarios, niños, políticos constitucionalistas (nunca separatistas ni curas, pese a lo mucho que abundan en Euskadi), mientras tenían que huir de sus hogares cientos de miles de vascos españoles con sus familias para poder expresar sus ideas sin miedo a crímenes o aislamiento social, mientras se ponía en grave peligro la incipiente democracia española atentando contra los mas altos jefes del ejército…mientras todo eso ocurría a una hora de vuelo de cualquier capital europea, redomados imbéciles o sectarios que colaboraban en los medios más reputados o lucían los más altos reconocimientos académicos firmaban manifiestos proetarras o denunciaban la tortura de la policía española.

«Hasta que Basta Ya no obtuvo el premio Sájarov, la resistencia cívica antiterrorista en España no fue reconocida por los europeos»

Y concedían asilo a  los terroristas en sus países porque en España no estaban seguras sus garantías de un juicio justo…Hasta que el Parlamento Europeo no otorgó el premio Sájarov a Basta Ya (gracias a unos políticos españoles y extranjeros que ya no forman parte de él), la resistencia cívica antiterrorista en España no fue reconocida por el resto de los europeos (excluidos nacionalistas vascos y catalanes, así como Verdes y demás calderilla izquierdista) como una de las mayores batallas que se han dado en nuestro continente a favor de la democracia de libres e iguales.

En Francia, país que a pesar de su estrecha vecindad y de contar también con ciudadanos vascos tardó mucho en comprender el separatismo violento que padecíamos, nuestra causa tuvo el apoyo de algún político –pienso en Manuel Valls- y sobre todo de una intelectual bien documentada y valiente. Barbara Loyer fue profesora en el Instituto francés de Geopolítica que dirigió durante ocho años. Escribió una Geopolítica del País Vasco y también sobre los nacionalismos en España, pero sobre todo salió al paso en los medios de comunicación franceses más influyentes, como Le Monde, de las visiones sesgadas o abiertamente deformadoras del terrorismo etarra. Colaboró en volúmenes colectivos sobre el tema, organizó y participó en seminarios, aportó una visión científica pero socialmente comprometida del drama que hemos vivido. Se portó como hubiésemos querido que se portasen los intelectuales europeos ante nuestro problema europeo, en lugar de entregarse al vano postureo y a dar lecciones risibles desde fuegos fatuos (que aquí les ganaban cursos de verano entre nuestros primaveras).

Barbara Loyer, nuestra amiga, nuestra aliada, nuestra maestra en tantos temas, acaba de morir de cáncer en París a los 63 años. Deja dos hijos y un marido justamente atribulado, el excelente poeta Francisco Javier Irazoki. Yo la lloro, sin excusas, porque ya la echo de menos: era limpia y guapa, lista, muy francesa, resuelta en la denuncia de los obtusos retrógrados que ganarán las elecciones en Euskadi el próximo domingo. La prensa española, ocupada por Broncano y demás deyecciones, no la dedicará ni una línea. Bon voyage, Barbara, nuestra amiga indispensable, nuestra dulce revolución francesa…