THE OBJECTIVE
Fernando Savater

Reinvención de Pimpinela

«Dado que los totalitarismos son muy semejantes, no vendría mal otro avatar de Pimpinela que rescatara presos torturados del Helicoide venezolano o de las cárceles cubanas»

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Reinvención de Pimpinela

Leslie Howard y Merle Oberon en 'La Pimpinela Escarlata'. | Wikipedia

Con frecuencia, cuando pienso en Venezuela y otros países que padecen dictaduras, bajo las que viven personas a quienes conozco bien que deben esconderse del tirano o languidecer en la cárcel, mi alma novelera desearía que volviera para salvarles la Pimpinela Escarlata. Supongo que hoy este nombre exótico puede decir poco o nada a los jóvenes, como seguramente no dirá nada al ilustre patán Nicolás Maduro. Pero en su día fue célebre, mereció ser célebre, como hoy los son James Bond o Indiana Jones. La Pimpinela Escarlata es una organización secreta de ingleses valientes que durante la Revolución Francesa, en los sangrientos años del Terror, se dedican a rescatar aristócratas franceses cuyo triste destino parece ser la guillotina. Jefe y cerebro de  la banda es sir Percy Blakeney, acompañado por un puñado de leales amigos dispuestos a seguirle hasta la muerte o por lo menos hasta alguna lesión grave. Un detalle interesante: sir Percy inaugura la después larga lista de héroes con una doble personalidad, engrosada luego por el Zorro, Supermán, Iron Man y tutti quanti. Y también inaugura que esa personalidad dual esté formada por dos mitades opuestas: por un lado el temerario y muy inteligente Pimpinela Escarlata que es en la vida civil sir Percy Blakeney, un petimetre perezoso, fatuo y tontorrón de la corte británica. Nadie puede adivinar su personalidad oculta y las muy arriesgadas actividades clandestinas a las que se dedica. Su estrategia es viajar clandestinamente a Francia, protegerse con algún disfraz ingenioso o con varios, rescatar a la persona en peligro, burlar a Chauvelin (un jacobino especialmente astuto y cruel) y regresar a territorio seguro. Ni que decir tiene que su vida está en constante peligro pero siempre logra salvarla…

La liga de la Pimpinela Escarlata, la novela con la que comenzó el mito, apareció en 1903. Su autora fue la baronesa Emma Magdolna Rozalia Maria Jozefa Borbala Orczy, una escritora inglesa de origen húngaro. La baronesa Orczy fue mujer de talento singular, escribió teatro y narraciones, se dedicó también a las artes plásticas y dejó un sello de fuerte personalidad en cuanto hizo. Empezó escribiendo unos relatos policíacos protagonizados por El hombre en el rincón, una especie de detective inmóvil, sentado en el rincón de una cafetería y que sin levantarse de su asiento resolvía los casos que le planteaba una joven amiga. Un precedente del investigador quieto, como Nero Wolfe o el Isidro Parodi de Borges/Bioy. También inventó a una mujer policía, la primera en su género literario. Pero sin duda condensó lo mejor de su desbordante imaginación en la serie de Pimpinela Escarlata, que consta de más de una docena de títulos. Pese a que el tema parece repetitivo, son de lo más variado e ingenioso. Me he pasado la vida leyendo historias de aventuras, un género que se considera muy masculino y que tiene sus mejores representantes en el mundo anglosajón (y que me perdonen Dumas y Karl May). Pues bien, Emma Orczy se iguala en emoción y nervio narrativo con los mejores, no desmereciendo al lado de Conan Doyle y Rider Haggard. El personaje de Pimpinela perdura en el tiempo y se transforma para adaptarse a cada época, como Sherlock Homes o Alan Quatermain.

«Algunos dicen que Churchill, que le menciona con admiración en sus memorias, envió a Percy Blakeney a España para convencer a Franco de que no interviniese a favor de Hitler en el conflicto»

Como es natural, muy pronto la Pimpinela Escarlata pasó a la pantalla. Se han hecho sobre ese héroe bifronte varias películas y al menos (que yo sepa) una serie de televisión. Pero fue en su primera versión cinematográfica donde encontró un actor que casi se identificó con él en la vida real, si es que eso existe. Leslie Howard fue el primer Sir Percy Blakeney en una película de 1934 producida por Alexander Korda, donde tuvo a Merle Oberon como partenaire femenina y, como némesis, un insuperable Chauvelin interpretado por el gran Raymond Massey. Leslie Howard fue un buen actor inglés de cine y teatro que se hizo mundialmente célebre por su papel de Ashley Wilkes en Lo que el viento se llevó y por su acierto al recomendar a un entonces desconocido Humphrey Bogart para protagonizar El bosque petrificado. Pero también fue un patriota, soldado distinguido en la Primera Guerra Mundial y activista contra los nazis en la segunda. Dio charlas e hizo actos de propaganda por Europa y no sabemos si desempeñó algún otro papel secreto para el Foreign Office. Algunos dicen que Churchill, que le menciona con admiración en sus memorias, le envió a España para convencer a Franco de que no interviniese a favor de Hitler en el conflicto (idea, por cierto, de la que Franco ya estaba convencido previamente). El caso es que en 1943, volando de Lisboa a Londres, el avión en que viajaba fue derribado por la Luftwaffe ante las costas gallegas. No fue recuperado el cuerpo de ninguno de sus ocupantes.

Unos dicen que la causa del ataque fue que los alemanes habían visto a alguien parecido a Churchill embarcar en el avión pero otros creen que el objetivo era el propio actor, destacado espía británico. Cuando murió, Leslie Howard tenía cincuenta años. Dos años antes había hecho una película que dirigió, produjo e interpretó: Pimpinela Smith. Es muy divertida, con algunos momentos a lo To be or not to be. Trata de un audaz arqueólogo y sus no menos decididos alumnos que viajan a Berlin en 1939 supuestamente para hacer una excavación pero en realidad para favorecer la huída de algunos destacados enemigos del nazismo. Una empresa, como se ve, similar a la que llevó a cabo la Pimpinela Escarlata anterior en el Terror francés. Está claro que Howard soñaba con convertirse en un trasunto real de su personaje fílmico pero frente a un enemigo mucho peor. No le dieron tiempo pero queda esa curiosa película como una tarea pendiente: cuando desaparece en la última escena ante los pasmados nazis suena su voz, diciendo «¡Volveré! Volveremos todos…». Dado que los totalitarismos son muy semejantes, no vendría mal otro avatar de Pimpinela que rescatara presos torturados del Helicoide venezolano o de las cárceles cubanas.

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