THE OBJECTIVE
Natalia Angulo Haynes

Despotismo lustrado

Antes teníamos a Franco que nos imponía lo que teníamos que querer y ahora parece que la Constitución es la que lo hace.

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Despotismo lustrado

Antes teníamos a Franco que nos imponía lo que teníamos que querer y ahora parece que la Constitución es la que lo hace.

Después de la abdicación deL Rey Juan Carlos, ¿qué clase de rey necesita España? Y la pregunta que no quieren hacer ¿necesita España Rey?

La decisión de dimitir, perdón digo abdicar que para poder dimitir de un cargo hay que haber sido elegido, se hizo en enero después de cumplir los 76 años y tras 39 años en el trono y nada tuvo que ver los supuestos casos que salpican de fraude fiscal, desvío de fondos públicos o diversos escándalos a la Corona sino una meditaba reflexión sobre lo mejor para España -«La larga y profunda crisis económica, que estamos atravesando ha dejado muchas cicatrices socialmente, pero también ha apuntado hacia un futuro de esperanza», dijo, agregando que el Príncipe Felipe es «estable» y tiene «la madurez, la preparación, y el sentido de responsabilidad necesario» para servir como rey y «para dar lugar a una nueva etapa de esperanza mediante su experiencia y el impulso de una nueva generación». Nada, que por narices quiere servir a la nación, queramos o no la nación, me recuerda a aquello de «Todo para el pueblo pero sin el pueblo» ya que miles de personas se manifestaron en toda España para pedir un referéndum acerca de la continuidad de la monarquía y en el sitio web  Avaaz.org, una petición de referéndum sobre el futuro de la monarquía  acumuló más de 100.000 firmas rápidamente. Se pide el derecho a decidir si queremos que «nos continúen sirviendo a todos los españoles o no», pero como decía, esto es todo para el pueblo pero sin el pueblo, nos van a continuar sirviendo queramos o no. Y es una pena porque esta es una oportunidad histórica para promover un debate público para participar de forma efectiva y real en la democracia de este país y regenerar una democracia que nos ha sido impuesta desde siempre. Antes teníamos a Franco que nos imponía lo que teníamos que querer y ahora parece que la Constitución es la que lo hace.

«Mi única ambición ha sido y seguirá siendo siempre contribuir a lograr el bienestar y el progreso en libertad de todos los españoles. en lo más hondo de mi corazón», ha concluido el Rey. Y esta frase mas que ninguna es la de dictador benevolente que enmarca el despotismo ilustrado con un discurso paternalista en el que cree saber que es lo mejor para los españoles sin poder preguntarnos si lo queremos o no. Los cambios y reformas para mejorar la vida de nosotros, los súbditos, visto desde esta perspectiva es el mayor generador de desigualdad social ya que el pueblo siendo el sujeto de la soberanía no lo es en tanto que no puede responder una pregunta que se niegan a formularnos.

Por un lado, el artículo 14 establece que «los españoles somos iguales ante la ley», como recordó don Juan Carlos en su discurso de Navidad, y por otro, el art 56 expresa que «la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad»; es decir, que al menos un español no es igual a los demás ante la ley ya que disfruta de inmunidad procesal mientras sea Rey pero ¿y si abdica?, pues si abdica si se puede proceder contra él y es que la Constitución respecto a la abdicación del Rey dice «las abdicaciones y renuncias (…) se resolverán por una ley orgánica». ¿Conoces esa ley? Pues yo tampoco. En 33 años de Constitución las Cortes no han tenido tiempo de aprobarla y es ahora a toda prisa que se está haciendo el aforamiento del Rey para que los 39 años de reinado estén cubiertos y ahora que abdica también lo esté, cuanta prisa o cuanto miedo. ¿Miedo de que?, pues miedo de que su supuesto primer hijo ilegítimo Albert Solà Jiménez el cual se encuentra en los Tribunales pleiteando desde los años noventa intentando demostrar su parentesco con el Rey pueda interponer la demanda contra el Rey que la justicia no le deja interponer debido a la inviolabilidad del Rey y la corona no pase a Felipe VI sino a su primer hijo Albert Solá. De ahí las prisas en el aforamiento y la coronación. Monarquia lustrosa y lustrada que pretenderá después un ¡viva el Rey!.

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