THE OBJECTIVE
Jordi Bernal

La brasa que no cesa

«Gracias al malvado Estado español Torra se jubila con una pensión dorada, y así podrá dedicarse con total impunidad a lo mismo que ha hecho siendo presidente de la Generalitat»

Opinión
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La brasa que no cesa

Manu Fernandez | AP

Lo dijo el domingo el presidente Torra en TV3: la próxima legislatura será la definitiva para alcanzar la ansiada independencia. Él, eso sí, no estará ya que gracias al malvado Estado español se jubila con una pensión dorada, y así podrá dedicarse con total impunidad a lo mismo que ha hecho siendo presidente de la Generalitat. O sea al tocamiento de partes nobles sin pudor ni vergüenza.

Con Torra o sin él, la turra está asegurada. Da igual que ahora mismo estemos en plena crisis sanitaria y en los inicios de una crisis económica que a los de siempre nos va a dejar un poco menos libres y bastante menos iguales, si es que conseguimos mantenernos en pie aunque sea tambaleantes, pues la supervivencia de la mayor parte de los políticos nacionalistas catalanes (y de sus adversarios en el Parlament) pasa por el tostón procesista. No es lo mismo ponerse a trabajar -que, como dijo desolado Cesare Pavese, cansa- que armar  jarana y meter bulla con espectáculos que entretienen al personal pero que de nada sirven para mejorar la convivencia y hacer un poco menos tortuosa la existencia.

Antes incluso de convocar formalmente las elecciones, los del bando separata ya están con sus cábalas del tanto por ciento necesario para echarse al monte. Una pena que hace tres años no tuvieran en cuenta tanta sutileza estadística a la hora de pasarse por el forro el Estatut, la Constitución y el Código Penal.

A veces me cuesta entender la alegría con la que muchos de mis conciudadanos salen a la calle convocados por esos políticos que les cuentan milongas y por algún cantautor balador, y se quedan en casa cuando más necesario sería que a la clase dirigente (y a los que aspiran a convertirse en ella) les quedara claro que han atascado nuestras amplias tragaderas con sus embustes y choriceos varios. No sería una revolución de las sonrisas, pero tendría un parecido más razonable con una verdadera revolución. Será que, con la brasa patriotera y el cansino martirologio, eso es lo que quieren evitar a toda costa.

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