THE OBJECTIVE
Leopoldo Abadia

Los ejes

Siempre salen envidiosos de los éxitos ajenos. Alexis gana las elecciones y le tenemos envidia. Nicolás hereda el puesto de Hugo y le tenemos envidia. Dejadles en paz. No necesitan enemigos. Se bastan y se sobran con ellos mismos.

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Los ejes

Siempre salen envidiosos de los éxitos ajenos. Alexis gana las elecciones y le tenemos envidia. Nicolás hereda el puesto de Hugo y le tenemos envidia. Dejadles en paz. No necesitan enemigos. Se bastan y se sobran con ellos mismos.

Hace poco, no éramos nadie. Ahora somos parte de dos ejes: el eje Madrid-Lisboa para hundir a Alexis y el Madrid-Bogotá-Miami para conspirar contra Nicolás.

Es que no se puede triunfar en la vida, porque siempre salen envidiosos de los éxitos ajenos. Alexis gana las elecciones y le tenemos envidia. Nicolás hereda el puesto de Hugo y le tenemos envidia. Para colmo, nuestro ministro de Asuntos Exteriores se dedica a asuntos interiores y le critica a Pablo.

¡Qué actividad, Señor! ¡Cómo trabajan nuestros chicos!

¿Por qué no dejaremos en paz a nuestros «enemigos» y que cada uno siga haciendo su trabajo? O sea: Alexis, convenciendo a los griegos de que la Unión Europea hace lo que él manda. Nicolás, convenciendo a los venezolanos de que no han vivido mejor en toda la historia. Pablo, convenciendo a los españoles de que, con él, viviremos como nunca y arrollaremos a los malditos burócratas de Bruselas y si no, fíjese en cómo les ha arrollado nuestro hermano Alexis, que aún se está lamiendo las heridas.

Dejarles en paz. Alexis, Nicolás y Pablo no necesitan enemigos. Se bastan y se sobran con ellos mismos.

Por cierto, he puesto «enemigos» con comillas porque me parece un error plantear la política en términos de amigo-enemigo. Como plantear la vida de ese modo. Porque si es enemigo todo el que piensa de modo distinto a como pienso yo, me amargaré la vida y se la amargaré a los demás.

No conozco a Alexis ni a Nicolás ni me he encontrado a Pablo en la tele. Pero no me importaría echar un trago con ellos, reírme un poco y animarles a que no pongan esas caras que me hacen pensar que siempre dicen cosas fundamentales.

Y, en confianza, cosas fundamentales se dicen pocas en la vida.

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