No se metan en política
«Hoy sabemos que lo único que está en nuestras manos es esperar a que nos salven las vacunas chinas y los euros nórdicos»
Nos suena la situación y nos suenan las excusas, las proclamas, los excesos, el tono y las medidas. Nos suena ya todo y todo nos lleva a pensar que volvemos a empezar, que volvemos a estar como hace unos meses. Pero no deberíamos dejarnos vencer por el optimismo. Estamos mucho peor de lo que estábamos. Entonces podían prometernos que venceríamos al virus y que quien canta los males espanta, pero ahora los adultos insultan al virus para no crispar (porque crispar y polarizar es lo peor) y ya ni siquiera los niños pueden tomarse al virus en broma o al gobierno en serio.
Hace unos meses el Presidente Sánchez sabía que a situaciones extraordinarias, medidas extraordinarias, pero aseguraba que pudiendo tomarse el permiso del dictador prefería rendir cuentas cada 15 días en el Congreso. Hoy el mismo Presidente le exige a España entera un permiso de 6 meses sin especificar en qué lugar le dejaría eso ni, peor aún, en qué lugar nos dejaría a nosotros. Hoy, ayer, ahora, el Presidente no sólo pretende concederse poderes extraordinarios en una situación que, por desgracia, se ha vuelto ya normal, sino que exige encima el silencio parlamentario en nombre de la eficacia. Hace unos meses, podíamos creer o confiar inocentemente en ese eficacia. Hoy, esta confianza sería culpable.
Hace unos meses, el extraordinario líder que siempre ha sido Sánchez podía prometer que estábamos en manos de los expertos, de los médicos o de la mismísima ciencia y nosotros podíamos creérnoslo, pero ahora sabemos que estamos, como en las peores tiranías, en manos de gentes desconocidas e irresponsables que hablan por boca de un tal Fernando Simón. Entonces podíamos creer que Simón era un técnico serio, que había controlado lo del ébola y que podíamos confiar el gobierno de nuestro estado y de nuestra economía a la ciencia. Ahora, ese técnico, ese científico, ese extraordinario ejemplar, se ha convertido en el becerro de oro para que los socialistas tengan alguien a quien adorar en estos tiempos de miedo y de vacío espiritual. Ahora, Fernando Simón sale a hablar en nombre de una ciencia ya supuesta, fracasada y desprestigiada, para anunciarnos que la democracia es un engorro, que los expertos recomiendan dictadura y mano dura y que ya nos veremos dentro de seis meses, si es que para entonces queda alguien y si los que queden tienen las ganas, el coraje o la desvergüenza de mirarse todavía a la cara. Porque cuando Fernando Simón sale a decirnos que hagamos como él y no nos metamos en política, ya no sé si deberíamos tomárnoslo como la amenaza que siempre ha sido o como el consejo, útil y sincero, de alguien que nos quiere bien y a quien, efectivamente, no meterse en política parece que le está yendo la mar de bien.
Hace unos meses podíamos confiar en que si las cosas se hacían mal había alternativa porque había oposición. Ahora ya no hay alternativa porque no hay oposición que pueda presumir sin sonrojarse de su buena gestión. Hace unos meses, decíamos, podían prometernos que venceríamos al virus. Hoy sabemos que lo único que está en nuestras manos es esperar a que nos salven las vacunas chinas y los euros nórdicos. Hoy sabemos mejor que nunca que somos unas tristes gentes desesperadas en busca de alguien que las salve de la ruina y que el triste destino de quien busca un salvador es que siempre acaba encontrándolo.