Un aburrimiento
El Mundial de Fórmula 1, para mí, se ha convertido en un soporífero coñazo. No me interesa. Pero a la peña sí. De lo contrario no habría tanto periodista al acecho. Me aburre. Y Vettel, también.
El Mundial de Fórmula 1, para mí, se ha convertido en un soporífero coñazo. No me interesa. Pero a la peña sí. De lo contrario no habría tanto periodista al acecho. Me aburre. Y Vettel, también.
Frente a las cámaras sonríe. Él ha debido decir algo gracioso, porque las reporteras también lucen risa y dentadura. Una algarabía de cámaras, micros y periodistas. Y Sebastian Vettel, el gran campeón, el hombre que puede terminar empequeñeciendo al gran Michael Schumacher. Vettel, el piloto que ha convertido la Fórmula 1 en una competición en la que hay emoción por ver quién queda segundo.
Me encantan los deportes de motor. Me apasionan los rallyes. Disfruto como un cosaco con las carreras de motos. Pero confieso que la Fórmula 1 ha terminado por aburrirme. La mecánica y la telemetría se imponen al ser humano. Red Bull ha dado con la tecla y se pule a los rivales cada semana. La clave está en los neumáticos y en las paradas en boxes. Se ven menos adelantamientos, por lo general, que en un atasco un fin de semana de puente. Y echando mano del estilo Gary Lineker, la Fórmula 1 se ha convertido en un deporte en el que compiten corredores de los cinco continentes con vehículos de marcas históricas…. Y siempre ganan Vettel y Red Bull, una bebida energética.
No es patrioterismo barato. No lo escribo porque no gane Alonso. Creo que el español es uno de los mejores pilotos de la historia y destaca también en resultar poco simpático. No discuto que es el único que, a veces, de vez en cuando, pone sal y pimienta a la cosa con su talento y su coraje. A pesar de que sus máquinas nunca son las mejores. Pero me aburre.
Vettel me cae bien. Ya está su nombre para siempre en los libros de la historia del deporte. Tiene que ser un magnífico piloto, qué duda cabe. Pero el Mundial de Fórmula 1, ése gran circo convertido en un negocio multimillonario por Bernie Ecclestone -un tipo intrigante, atractivo y repulsivo a la vez, de quien me hablan maravillas, y a quien siempre acompaña una mujer cinco estrellas- esta competición de motor, para mí, se ha convertido en un soporífero coñazo. No me interesa. Pero a la peña sí. De lo contrario no habría tanto periodista al acecho. Lo cual demuestra que soy minoría. Pero convencido. La Fórmula 1 me aburre. Y Vettel, también.