El monopolio de las armas
Son estremecedoras las imágenes que nos llegan sobre la violencia llamada civil en México.
Son estremecedoras las imágenes que nos llegan sobre la violencia llamada civil en México.
Son estremecedoras las imágenes que nos llegan sobre la violencia llamada “civil” en México. “Incivil” querrán decir. No se sabe qué es peor, si los Templarios (narcos) o los “grupos civiles de autodefensa”. (La defensa siempre es “auto”). Aunque debe reconocerse que los narcos son los que empiezan. En Europa podemos tener terrorismo, pero ya no hay milicias civiles armadas, guerrillas, partisanos, somatenes, miqueletes o como se llamen.
La cosa viene de los Reyes Católicos hace más de 500 años. Las mesnadas nobiliarias fueron desarmadas para sustituirlas por la Santa Hermandad, la primera policía nacional que hubo en el mundo. Esos cuadrilleros se distinguían una casaca verde. De ahí el lamento de “a buenas horas, mangas verdes”, que decía el pueblo cuando esas fuerzas del orden llegaban tarde. El color verde fue adoptado siglos más tarde por la Guardia Civil, ejemplo de integridad. Se ha merecido el epíteto de “benemérita”.
Un rasgo esencial del Estado moderno es “el monopolio de la violencia legítima”, esto es, la tenencia de armas contra los humanos. Puede que sea el único monopolio admisible. Naturalmente, se trata de un ideal al que la realidad se puede acercar más o menos. En los Estados Unidos ?con la tradición inglesa del derecho a llevar armas? la violencia es rampante. Algo parecido ocurre en algunos países hispanoamericanos, singularmente ahora en México. Podrán ser Estados admirables y progresivos en otros sentidos, pero no en ese fundamental de ejercer con eficiencia el monopolio de las armas.
De poco vale la queja de los países avanzados sobre el llamado “tráfico de armas”. Esos países son los que fabrican y exportan las armas. La única solución sería la autoridad de un organismo internacional que incluyera a todos los países democráticos. Pero, ay, esa organización no existe.