THE OBJECTIVE
Jose Maria Inigo

Excalibur

Hay que ver cómo somos los españoles. Se ha armado un lío increíble por la muerte del perro mascota del marido de la enfermera internada con ébola. Hemos salido en las televisiones de medio mundo como seres crueles, inhumanos, faltos de sentimientos, dispuestos a sacrificar a un pobre perro.

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Excalibur

Hay que ver cómo somos los españoles. Se ha armado un lío increíble por la muerte del perro mascota del marido de la enfermera internada con ébola. Hemos salido en las televisiones de medio mundo como seres crueles, inhumanos, faltos de sentimientos, dispuestos a sacrificar a un pobre perro.

Hay que ver cómo somos los españoles. Se ha armado un lío increíble por la muerte del perro mascota del marido de la enfermera  internada con ébola. Hemos salido en las televisiones de medio mundo como seres crueles, inhumanos, faltos de sentimientos, dispuestos a sacrificar a un pobre perro.

Esos mismos cientos de miles de seres que han levantado su descontento en contra de las autoridades sacrificadoras del chucho, seguro que nunca han dado un paso adelante para protestar por los cientos de miles de niños que mueren, cada día, en África de hambre, sed, miseria, suciedad, ébola y sida. Por los niños no, por el perro sí. Creo que algo no va bien en nuestra sociedad si sucede eso. A nadie le gusta el destino triste de Excalibur. Pero armar la que se ha armado por el perro y quedarse mudo ante las noticias de barbarie que cada día leemos, de Siria, Afganistán, Pakistán, y en general, de toda África, no es serio.

La verdad es que en el caso del ébola, como en el del perro, muchas de las declaraciones que las televisiones, sobre todo algunas, nos han dejado ver, eran más soflamas políticas, que otra cosa. Los agitadores habituales no dejan pasar una oportunidad de cargar contra el gobierno, sea por lo que sea. Y no es que no haya motivos para zurrarle al gobierno, pero en un asunto tan grave como éste, no es serio sacar rédito político. Menos mal que enseguida se ve el plumero de los aprovechados de siempre que esperan impacientes le río revuelto para hacer fortuna a favor de sus ideas políticas.

Para que nadie se haga a priori una idea de mi posición ante el tema, permítanme decir que el espectáculo que dio la ministra de sanidad en su rueda de prensa fue lamentable. La tragedia estaba en su cara, en su forma de echar balones fuera, en su ineptitud para hacerse con una situación que requería firmeza, claridad, y sobre todo verdad. Ana Mato hizo, en esa rueda de prensa, méritos suficientes para ser cesada. No lo ha sido.

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