Un tango para Monica
Yo cuando pienso en un Tango pienso en Monica mi Monica Bellucci arrastrando las caderas, al universo y a todos los hombres que fuimos al son de aquel tango decadente en el spot que Gabriele Muccino dirigió para Intimissimi.
Yo cuando pienso en un Tango pienso en Monica mi Monica Bellucci arrastrando las caderas, al universo y a todos los hombres que fuimos al son de aquel tango decadente en el spot que Gabriele Muccino dirigió para Intimissimi.
Yo cuando pienso en un Tango pienso en Monica —mi Monica— Bellucci arrastrando las caderas, al universo y a todos los hombres que fuimos al son de aquel tango decadente en el spot que Gabriele Muccino dirigió para Intimissimi. El mejor spot de la historia, obviamente.
También pienso en Malena; aquella Malena con nombre de tango de Giuseppe Tornatore y Ennio Morricone (amén). Malena sobre el ladrillo cobrizo de las calles de Castelcutò y ese vestido infinito de qué importa qué diseñador (qué importa la moda cuando ad-miramos a la mujer, y no a sus trapos) en la que es, sin duda, la mejor película de la historia del cine.
“El Tango tiene un origen infame, que se nota.”
Vaya si se nota, querido Borges. Así que me es difícil —qué le vamos a hacer— pensar en el Papa Jorge Mario Bergoglio, Francisco, Paco; para cuyo 78 cumpleaños se ha montado un cirio (con perdón) curioso: miles de personas bailando un tango en la Plaza de San Pedro en honor a este Papa peculiar, que afirma no existe el infierno y que dice aquello de “No existen madres solteras, existen madres. Ser madre no es un estado civil”. Pero yo, que miro más bien de reojo todo lo que se cuece en la Città del Vaticano seguiré pensando en la primadonna de Perugia cuando las notas de “El día que me quieras” asomen su lamento tras el amplificador.