Donde manda patrón
Me da a mí que la gracia del asunto (que la tiene, no me sean siesos) es que apela al granuja que todos tenemos dentro -por ahí dentro debe andar- porque de calzonazos ya andamos bien servidos.
Me da a mí que la gracia del asunto (que la tiene, no me sean siesos) es que apela al granuja que todos tenemos dentro -por ahí dentro debe andar- porque de calzonazos ya andamos bien servidos.
Uno de los chascarrillos que mejor definen la tradicional contienda entre hombres y mujeres (camisa de once varas, ya lo sé) es aquel del mamao que llega a casa tras tres días de curda y -tras plantarse la parienta con los brazos en cruz frente a la cancela; le suelta el notas: “No te hagas ilusiones, Puri… ¡Que vengo a por la guitarra!”.
Me da a mí que la gracia del asunto (que la tiene, no me sean siesos) es que apela al granuja que todos tenemos dentro -por ahí dentro debe andar- porque de calzonazos ya andamos bien servidos. Debe ser el mismo resorte que hace que nos caiga bien (qué le vamos a hacer) Espartaco Santoni, Jack Nicholson o Porfirio Rubirosa, aquel diplomático dominicano sobre cuyo falo llegó a escribir Truman Capote: tan descomunal era que hizo huir a su primera mujer en su noche de bodas. Si hasta en Cuba cantaban una guaracha en su honor: “¿Qué será, será lo que Porfirio tendrá?“.
En fin, que a “uno de los nuestros” (Johnny Depp) le han plantado los brazos en cruz y cantado las cuarenta. Ha sido cosa de Amber Heard, su novia tejana de veintipocos años -que le ha puesto entre la botella de Ron Barceló y la pared. Así que Jack Sparrow ha hecho chitón y se retira temporalmente del cine para someterse a tratamiento y superar sus problemillas con el alcohol.
En fin, Johnny, qué nos vas a contar; que donde manda patrón, no manda marinero.