No más tetas
Nuestro rito de iniciación adolescente poco tuvo con ver con la sensualidad de las camisas sin ropa de interior de Jane Birkin (ay) o la mantequilla de Brando y Maria Schneider en El último tango en París. Ni Je ne sais quoie ni sutilezas ni hostias: tetas gordas.
Nuestro rito de iniciación adolescente poco tuvo con ver con la sensualidad de las camisas sin ropa de interior de Jane Birkin (ay) o la mantequilla de Brando y Maria Schneider en El último tango en París. Ni Je ne sais quoie ni sutilezas ni hostias: tetas gordas.
Las tetas (como artefacto estético) entraron por la puerta grande del imaginario colectivo masculino de toda una generación una lejana nochevieja de 1989: Sabrina y sus lolas bamboleando sin criterio, al son de la gravedad, la misericordia y el sintetizador bailongo de aquel “Boys, boys, boys” que tan nítidamente grabamos en nuestra memoria.
Nuestro rito de iniciación adolescente poco tuvo con ver con la sensualidad de las camisas sin ropa de interior de Jane Birkin (ay) o la mantequilla de Brando y Maria Schneider en El último tango en París. Ni “Je ne sais quoie” ni sutilezas ni hostias: tetas gordas. De Sabrina Salermo a la Pamela Anderson de Los vigilantes de la playa y toda aquella estética Mama Chicho que invadió los 90 (y más allá) en el universo mediático de Paolo Vasile y Silvio Berlusconi. Angelitos los dos.
De aquellos barros, estos lodos: una generación de niñas obsesionadas con una estética (esta es mi opinión) hipersexualizada, barroca y profundamente machista. Tetas grandes porque sí. A todo trapo; la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética estima que entre 18.000 y 19.000 mujeres españolas se someten a operaciones de aumento de pecho cada año. Ojo —es la intervención de cirugía estética más demandada en España.
Así que me alegra lo que leo: Francia estudia prohibir prótesis mamarias por riesgo de cáncer. Francia. Jane Birkin. Cómo no.