El reality de Andreas Lubitz
De todo este triste acontecimiento, hay algo que no me está gustando. No es aceptable que algunas televisiones estén convirtiendo el suceso en un lamentable reality.
De todo este triste acontecimiento, hay algo que no me está gustando. No es aceptable que algunas televisiones estén convirtiendo el suceso en un lamentable reality.
Desde que Andreas Lubitz estrelló el Airbus no he podido dejar de pensar en los 150 pasajeros que han visto truncadas sus vidas. El vuelo 4U9525 de la compañía alemana Germanwings desgraciadamente nunca llegó a su destino. Un copiloto que debía estar en su casa por baja médica (por depresión) decidió que todos íbamos a conocer su nombre. Quería pasar a la historia, pero lo ha hecho de la peor forma posible. Hitler también se hizo un hueco en los libros de historia, pero no precisamente para bien.
De todo este triste acontecimiento, hay algo que no me está gustando. No es aceptable que algunas televisiones estén convirtiendo el suceso en un lamentable reality. No parecen darse cuenta del dolor que están causando a los familiares y amigos de las víctimas.
Hay a un derecho a la información, está claro, pero también existe un código deontológico periodístico que algunos medios se lo pasan por el forro. Y caen en el puro morbo, en el sensacionalismo. Si por ellos fuera –y les permitieran el acceso- sacarían primeros planos de miembros descuartizados por la brutalidad del impacto.
Ejercer el periodismo libremente no supone hacer lo que nos venga en gana. Tenemos una grave responsabilidad para ser muy escrupulosos y honestos a la hora de informar. La ética profesional debería estar mucho antes que aumentar la cuota de pantalla a base de amarillismo. Algunos deberían hacérselo mirar.
Los medios somos altavoces, mensajeros de lo que acontece, pero no podemos caer en las garras del sensacionalismo más ruín. Y menos aún, si cabe, cuando aún están calientes 150 cadáveres de bebés, niños, jóvenes estudiantes, adultos y abuelos.
No vale todo, compañeros. Seamos responsables y denunciemos públicamente a los que sobrepasan o pisotean la gruesa línea roja de la ética profesional.
DEP todos los fallecidos y un abrazo sentido a los familiares.