THE OBJECTIVE
Cristina Martin Jimenez

La IV Guerra Mundial

Yo que defiendo desde hace un lustro que ya habíamos entrado en la III Guerra Mundial, hoy me sorprendo al advertir que de un soplo hemos pasado a la IV. En la era de la inmediatez en la que vivimos, los acontecimientos son tan rápidos que las guerras vuelan. Quizá sea este un resultado más de la aceleración de la historia que preconizaba Karl Marx

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Yo que defiendo desde hace un lustro que ya habíamos entrado en la III Guerra Mundial, hoy me sorprendo al advertir que de un soplo hemos pasado a la IV. En la era de la inmediatez en la que vivimos, los acontecimientos son tan rápidos que las guerras vuelan. Quizá sea este un resultado más de la aceleración de la historia que preconizaba Karl Marx

Yo que defiendo desde hace un lustro que ya habíamos entrado en la III Guerra Mundial, hoy me sorprendo al advertir que de un soplo hemos pasado a la IV. En la era de la inmediatez en la que vivimos, los acontecimientos son tan rápidos que las guerras vuelan. Quizá sea este un resultado más de la aceleración de la historia que preconizaba Karl Marx.

Al observar esta fotografía, mi mente veloz me ha transportado enseguida a las palabras de Albert Einstein: “No sé cómo se desarrollará la III Guerra Mundial. Lo que sé es que la IV será con piedras y lanzas”. Y con cuchillos como los que elegantemente portan los maniquíes que el propietario de esta tienda de Gaza  ha colocado a la entrada. Unos pantalones a la moda occidental combinados con pasamontañas y banderas, anorak y sudaderas completan el insólito look que los amables personal shopping del establecimiento aconsejan vestir a los clientes que decidan pasar sus tardes de domingo matando judíos. “Asegúrese de ir vestido cómodo y elegante”, reza el eslogan publicitario del avispado tendero. Es el último aporte de la sociedad de consumo: cuando asesine no olvide ir vestido a la moda. Así además de pasar desapercibido dejará un bonito cadáver.  

Pero aún hay más. La tienda lleva por nombre “Hitler”, el legendario matarife de judíos. Solo hay que darse una vuelta por las redes sociales para comprobar que el odio hacia el “pueblo elegido” ha resurgido con incontenible fuerza tan solo sesenta años después de la II Guerra Mundial. Ahora que avanza veloz la genética, ¿por qué los científicos no se plantean emplearse en desactivarnos el gen del odio en vez de destinarla a cambiarnos el color de ojos? Son tantas las lanzas, las bombas, las piedras y los cuchillos que nos hemos clavado desde el origen de la humanidad, que ya he perdido la cuenta de las guerras que nos aguardan a la vuelta del futuro.     

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