Ese brillo que deslumbra mi alma
Tras sobrevivir a un nuevo fin de año, lo primero que hice al despuntar el día de autos fue deleitarme con el concierto vienés y esa Marcha Radetzky que elimina cualquier vestigio de los excesos navideños. En horas de la tarde, empleé el tiempo para perfeccionar mi lista de deseos que pasan, sobre todo, por aumentar mi riqueza (la espiritual también).
Tras sobrevivir a un nuevo fin de año, lo primero que hice al despuntar el día de autos fue deleitarme con el concierto vienés y esa Marcha Radetzky que elimina cualquier vestigio de los excesos navideños. En horas de la tarde, empleé el tiempo para perfeccionar mi lista de deseos que pasan, sobre todo, por aumentar mi riqueza (la espiritual también).
Y es que como ciudadano responsable que soy y en íntima comunión estética, tanto con aquellos que gobiernan mi nación, como con quienes desean hacerlo (por imperativo ético) aspiro a engrosar la lista de españoles poseedores de una incalculable fortuna que sólo usaré para hacer el bien, salvo que los responsables del fisco se empeñen en una cruel política confiscatoria. En tal caso, ese brillo que deslumbra mi alma podría apagarse.
Se avecinan tiempos convulsos que desgraciadamente beneficiarán a los poseedores de grandes capitales (pero únicamente porque la legislación, aprobada en un parlamente democrático, así lo permite). Son esas personas de elevados principios técnico-empresariales que sirven de blanco para cualquier tipo de ataque por parte de organizaciones antisistema; esos grupúsculos cuyo único anhelo no es otro que igualar a la sociedad desde el peldaño más bajo; los mismos que a la primera oportunidad que tienen de ocupar un despacho oficial no les tiembla el pulso para aumentar la presión fiscal, a pesar de prometer lo contrario ¿Eso es progreso?
Los avances sociales deben ser consensuados entre todos los sectores productivos de cualquier nación que se precie de estar en consonancia con los tiempos y de poco sirve el grito extemporáneo o las algaradas auspiciadas por muchos que alivian su sofoco pagando los combinados con una tarjeta de crédito dorada: Ese brillo que deslumbra el alma más sensible.