La cuidadora de Rajoy
Es cosa común ya en los noticieros encontrarnos con que han hallado el cuerpo de un anciano o anciana en su domicilio ya en estado de putrefacción, dado que tras su fallecimiento nadie ha acudido en su búsqueda para nada, hasta que el olor alerta al vecindario, que llama a la policía para ver qué es lo que ocurre.
Es cosa común ya en los noticieros encontrarnos con que han hallado el cuerpo de un anciano o anciana en su domicilio ya en estado de putrefacción, dado que tras su fallecimiento nadie ha acudido en su búsqueda para nada, hasta que el olor alerta al vecindario, que llama a la policía para ver qué es lo que ocurre.
Mucho ha cambiado el cuento desde que las sociedades tradicionales valoraban a los ancianos como baluarte de conocimiento y sabiduría, y se les trataba con el cariño y el respeto merecido.
En muy poco damos el salto mortal desde nuestra juventud o madurez, de imaginarnos a nosotros mismos como personas de 70, 80 o 90 años, si es que tenemos la suerte de vivir para contarlo. Pero lo que sí es previsible, es que a nadie le gustaría dar con los huesos al final de su existencia hecho una podredumbre en la jaula de la soledad de sus cuatro paredes olvidados de toda convivencia, y de acabar siendo una huella borrada de la historia, a pesar de haber vivido la aventura que para todos significa el hecho de haber vivido, de haber recorrido en imprevisible camino de nuestro impredecible destino.
Y es que la “modernidad” de nuestros días ha recluido a los viejos a la condena de la inexistencia, a menos que seas un viejo con pasta, claro está, situación que a cualquier edad mantiene a las personas entre pétalos de rosa.
Pero lo dicho, el común de los ancianos, ahora que la esperanza de vida es más elevada, se encuentran en muchos casos soportando la carga de sus hijos y/o sus nietos, dada la virulencia devoradora de hombres de nuestros días. Desde que ya no eres un miembro económicamente activo, ándate con mucho cuidado de mantener la salud en buenas condiciones, porque si no es así date por jodido.
Ahora, en un alarde de perversión tecnológica, han inventado a “Nadine”, un robot social capaz de reconocer a personas diseñado por investigadores de la Universidad Tecnológica de Nanyang en Singapur, de la que esperan sirva como asistente para el cuidado de ancianos.
Aquí en España van a tener un filón. Este país es un geriátrico. Quizá ahora que Alberto Garre, expresidente del PP en Murcia asegura que existe un «clamor silencioso» que reclama el relevo de Mariano Rajoy, necesiten a una “Nadine” que lo asista.