THE OBJECTIVE
Teresa Viejo

Soledad Sola

Un día de la pasada Navidad abandonó la tienda del barrio una vecina que arrastraba sus pies junto a una bolsa de plástico. Por su aspecto de derrota resultaba difícil imaginar qué pesaría más. Ante mi interés por conocer qué le sucedía, el tendero admitió: “Está sola. Ha enfermado porque no tiene a nadie alrededor”.

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Soledad Sola

Un día de la pasada Navidad abandonó la tienda del barrio una vecina que arrastraba sus pies junto a una bolsa de plástico. Por su aspecto de derrota resultaba difícil imaginar qué pesaría más. Ante mi interés por conocer qué le sucedía, el tendero admitió: “Está sola. Ha enfermado porque no tiene a nadie alrededor”.

Mientras la observaba pensando en su erial, la espalda de mi vecina se fue difuminando entre niños que salían del colegio y abuelos paseando al perro. Comprendí que la suya no era esa clase de soledad fingida donde uno se encuentra a sí mismo. Ni esa otra concurrida de nostalgias en la que habitan algunos viejos. Se trataba de un vacío descarnado.

Ella no se halla sola en el desarraigo emocional que azota el planeta, aunque parece poco probable que compartir los sinsabores de ese escenario la hermane a otros solitarios. Si así fuera se hubiera inscrito en el centro de mayores y jugaría al mus. Otros como los ancianos japoneses de la noticia prefieren la privación de libertad con tal de llenar el yermo de sus rutinas y se dedican a robar para provocar su detención. La información es terrible, pero la realidad la supera.

La soledad tiende a presentarse con sus compañeras pobreza y enfermedad. La OMS augura que se ha convertido en la dolencia social por excelencia, de la que penden como maléficos tentáculos otras patologías -la principal, la depresión del sistema inmunológico- y abre la puerta a través de la que se cuelan decenas de dolencias.

Ahora bien, no es lo mismo sentirse solo a veces que estar solo; como no se debe confundir andar deprimido con padecer depresión. Por eso resulta tan fácil caer en la compasión como darle la espalda.

Ante la soledad apliquemos empatía. Mi vecina podemos ser cualquiera.

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