THE OBJECTIVE
Juan Jesus Moreno

Fumando espero

Fragmento de la novela La rubia de ojos negros:  “Debería saber esperar, dada la forma que he elegido de ganarme la vida, si acaso la elegí y no fue más bien que me vi metido en esta profesión como quien se ve metido en una alcantarilla al caer por la boca abierta. En cualquier caso, no tengo el carácter adecuado para esperar. No tengo ningún problema en perder el tiempo. Puedo permanecer horas sentado en la silla giratoria de la oficina, frente  a la ventana, con los ojos fijos en la secretaria del otro lado de la calle, inclinada sobre su dictáfono, sin siquiera verla la mitad de las veces. Puedo quedarme delante del tablero de ajedrez con la apertura Gambito de Rey hasta que veo las piezas borrosas y los cuadros blancos y negros del tablero hacen que me dé vueltas la cabeza. Puedo sentarme con una cerveza en un local de mala muerte mientras el camarero me cuenta lo estúpida que es su mujer y cómo sus críos no le tienen ningún respeto, y ni siquiera bostezar. Soy un profesional de perder el tiempo. Pero dame una razón concreta que me obligue a esperar y en menos de quince minutos me estaré comiendo las uñas”.

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Fumando espero

Fragmento de la novela La rubia de ojos negros:  “Debería saber esperar, dada la forma que he elegido de ganarme la vida, si acaso la elegí y no fue más bien que me vi metido en esta profesión como quien se ve metido en una alcantarilla al caer por la boca abierta. En cualquier caso, no tengo el carácter adecuado para esperar. No tengo ningún problema en perder el tiempo. Puedo permanecer horas sentado en la silla giratoria de la oficina, frente  a la ventana, con los ojos fijos en la secretaria del otro lado de la calle, inclinada sobre su dictáfono, sin siquiera verla la mitad de las veces. Puedo quedarme delante del tablero de ajedrez con la apertura Gambito de Rey hasta que veo las piezas borrosas y los cuadros blancos y negros del tablero hacen que me dé vueltas la cabeza. Puedo sentarme con una cerveza en un local de mala muerte mientras el camarero me cuenta lo estúpida que es su mujer y cómo sus críos no le tienen ningún respeto, y ni siquiera bostezar. Soy un profesional de perder el tiempo. Pero dame una razón concreta que me obligue a esperar y en menos de quince minutos me estaré comiendo las uñas”.

Si eres detective privado y tienes un carácter impaciente, estás jodido. Pero si eres ‘ministrable’ a día de hoy para un gobierno del PP y tienes un carácter impaciente, date por muerto. En el verano de 2015 contaba Jabois, el mejor columnista cipotudo de El País (y del país), las consecuencias del efecto Pisoneroesta mujer fue ministra durante un día porque se lo susurraban los ministros y los periodistas. Tuvo en su despacho flores, telegramas y Jesús Posada muy a gusto, dijo que, en efecto,  el nombramiento era “casi oficial”. En los micrófonos Isabel Tocino la llenó de halagos. Se desconoce si Pisonero actuó como esos ganadores de la lotería que empiezan a saldar cuentas muy locas, pero lo cierto es que en un giro brutal de los acontecimientos Aznar nombró a Posada. Del palo no se pudo recuperar nunca Pisonero, que dejó la política.

El otro día, Cristina Pardo abordó en la puerta del Congreso de los Diputados a un miembro del PP que dijo convencidísimo “Cospedal será ministra”. ¿Adivinan quién? Exacto, Jesús Posada again. Cospedal, al escucharlo, se encomendó a la virgen de Illescas, una virgen que entre otras cosas saltó a la fama por “ayudar al PP”. Ahora bien, sería de justicia poética que a Cospedal, la del despido en diferido de Bárcenas, la despidieran de ministra antes incluso de haberla contratado, sufriendo de este modo una suerte de ‘Despido en anticipado’.

Un consejo para los nombres que más suenan en las quinielas de los ministerios: tenéis que pasar inadvertidos; solo cabe guardar silencio y agachar la cabeza como José Coronado, que decía que de tanto mirar para abajo era el que mejor se conocía las aceras de Madrid.

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