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Venezuela: sólo negocios

Los jefes de la diplomacia de los países de la UE han respondido al estallido popular en Venezuela jugueteando con el lenguaje. Así, lo que en puridad es una revuelta les ha merecido el melifluo calificativo de “crisis institucional”, según la retórica inane (pleonasmo) con que Europa tiende a sellar su mala conciencia. En un vertiginoso eslalon por el lado soleado de la historia, Borrell ha llamado a un debate rápido (oxímoron), al consenso y a la unidad de acción, todo en aras de una salida pacífica al conflicto.

Opinión

Reuters

  • Me fogueé en la revista El Ciervo a principios de los noventa y, tras un largo periodo dedicado a la edición en sus múltiples facetas, fundé una editorial, Tentadero, que fracasó por todo lo alto, dejando tras de sí cuatro obras hoy inencontrables, entre las que destaca Ebro/Orbe, de Arcadi Espada. Retomé el periodismo como redactor jefe del periódico Factual, semillero de modernidad que no resistió la crisis de 2009. Soy autor del dietario ‘Libre directo’ y, con Iñaki Ellakuria, de ‘Alternativa naranja’, crónica de la génesis y ascenso de Cs. Desde 2020 vivo en Madrid, terra d’acollida.

Los jefes de la diplomacia de los países de la UE han respondido al estallido popular en Venezuela jugueteando con el lenguaje. Así, lo que en puridad es una revuelta les ha merecido el melifluo calificativo de “crisis institucional”, según la retórica inane (pleonasmo) con que Europa tiende a sellar su mala conciencia. En un vertiginoso eslalon por el lado soleado de la historia, Borrell ha llamado a un debate rápido (oxímoron), al consenso y a la unidad de acción, todo en aras de una salida pacífica al conflicto. Al hilo del santiguamiento, cómo no recordar los versos finales del swing Algo personal, de Serrat: “Un diálogo de franca distensión que permita hallar un marco previo que garantice unas premisas mínimas que faciliten crear los resortes…”.

No digo que no sea preferible una negociación con Maduro y sus secuaces a un enfrentamiento armado, pero urge acorralarlos para que, en todo caso, lleguen a esas hipotéticas conversaciones al borde de la extrema unción, para que no estén en condiciones, en fin, de avenirse a otro desenlace que no sea la salida ordenada de Miraflores, pajarito incluido. No en vano, uno de los grandes equívocos respecto a Venezuela, y que convierte en estériles las soluciones, digamos, pactistas, radica en considerar que sus actuales mandantes, que no mandatarios, pertenecen a la esfera de la política. Y no. No estamos ante un Gobierno, sino ante un cártel, lo que explica, por lo demás, la resistencia de la cúpula militar a abandonar al jefe. Se trata, después de todo, de seguir velando por el negocio. Como haría Tony Montana.