La brecha de género, ellas volverán a decidir
Uno de los factores que mejor explicaron las elecciones de 2015 y 2016 fue la edad del votante. Para entender los profundos cambios que se han producido en el sistema electoral español es necesario conocer el resultado de aquellos comicios desde la perspectiva generacional.
“La peor decisión es la indecisión”
Benjamin Franklin
Uno de los factores que mejor explicaron las elecciones de 2015 y 2016 fue la edad del votante. Para entender los profundos cambios que se han producido en el sistema electoral español es necesario conocer el resultado de aquellos comicios desde la perspectiva generacional.
Pero también es cierto que no fue el único factor. Por ejemplo, la variable de género también nos aporta luz para comprender lo que sucedió entonces.
El cacareado sorpasso de Unidos Podemos al PSOE no se consumó finalmente en gran medida por la brecha de género.
Unidos Podemos consiguió cerca de un 24% entre los hombres frente al 19% entre las mujeres. El PSOE por su parte tuvo un resultado de 21%-24%, respectivamente. Por tanto, podemos decir que en aquella noche de junio solo se produjo un sorpasso parcial, el masculino. O, dicho de otra manera, no se produjo el sorpasso porque ellas así lo quisieron.
Esta brecha, entendida como el diferencial entre el voto masculino y el femenino, afectó de lleno al bloque de la izquierda. En el caso de Unidos Podemos fue de cinco puntos y en el del PSOE de unos tres puntos, pero en sentido contrario. En el bloque de la derecha apenas se produjo un desequilibrio entre el voto masculino y femenino.
En las próximas elecciones del 28 de abril, la combinación de las dos brechas, la generacional y la de género, podría provocar grandes turbulencias, pero esta vez en el bloque de la derecha.
Si observamos la intención directa de voto por sexo y edad en el último barómetro del CIS, el de febrero, reparamos en dos cosas. Que la brecha generacional sigue vigente, y que aparentemente no existen grandes diferencias entre los comportamientos de hombres y de mujeres. Aunque con algunas excepciones.
Si nos fijamos solo en los partidos que se sitúan en lado derecho del tablero, veremos comportamientos diferentes.
El PP tenía, en conjunto, tanto apoyo masculino como femenino. Pero si aplicamos un prisma generacional contemplando la variable edad, observamos un claro sesgo masculino en los nacidos antes de 1950 y los nacidos en los 60, y un sesgo femenino entre los que nacieron en la década de los 70.
Ciudadanos apenas tiene diferencias, y el partido que más llama la atención en este aspecto es Vox. Es la fuerza con mayor brecha de género. Ese contraste, con sesgo masculino en todos los tramos de edad, se produce especialmente entre sus votantes que nacieron en la década de los 70 y principios de los 80.
En ese tramo de edad es donde arraiga el desequilibrio de género que se produce en el bloque de la derecha, y es la principal autopista por la que circulan los votantes que se mueven entre esos tres partidos, PP, Ciudadanos y Vox.
El comportamiento de esta generación será decisivo en el resultado de estas elecciones. No son pocos. Cumplen este año entre 35 y 50 años. y suman cerca de 10 millones de personas, es decir, representan el 28% del censo total.
Pero la disposición y actitud que han adoptado de cara a estas elecciones es diferente entre hombres y mujeres.
Sin embargo, comparten una de las causas por las que han experimentado una transformación electoral tan grande: la crisis económica.
Tanto las mujeres como los hombres de esta generación han sido los más bipartidistas. Hasta 2012 prácticamente solo habían elegido entre papeletas del PP y del PSOE. Pero en los últimos años han probado otras opciones, aunque fuese solo en las encuestas.
Durante esos años de la crisis se encontraban en pleno proceso de expansión vital, es decir, comprando una casa, teniendo un hijo, afianzándose en el trabajo, en definitiva, tomando decisiones importantes para las primeras etapas de su proyecto vital autónomo.
La mayor parte de sus expectativas y aspiraciones personales se vieron truncadas por la virulencia de la crisis. Casi la mitad nos dice que en aquel tiempo perdió algún trabajo o vio recortado su salario. Les convencieron de que eran JASP, jóvenes, aunque sobradamente preparados, pero la realidad fue otra.
Muchos se encontraron en medio de una trampa: habían asumido cargas (hipoteca, negocio, coches, familia…) en un momento económico que estaba desapareciendo. Por tanto, les ha tocado asumir costes de un periodo expansivo con ingresos de un periodo de recesión.
Están desencantados con el sistema, en especial con los políticos. En la repetición electoral de 2016, fueron los que más se quedaron en casa después de haber votado en diciembre de 2015.
A los hombres les cuesta menos cambiar de partido y cuando lo hacen lo expresan de forma decidida, aunque todavía no sabemos si definitiva.
Sin embargo, ellas dudan y reflexionan sobre su decisión. Están en un proceso de arbitraje sigiloso, poco expresivo, pero sin duda decisivo.
En las encuestas se puede responder no sé, en las urnas todas las preguntas obtienen su respuesta. Ellas volverán a decidir.