El terror
«El terror se abre paso cuando la incertidumbre pesa más que la conciencia»
Viendo la serie británica Years and Years sentí a ratos terror. Aunque tiene muchas cosas fallidas, otras son excelentes y la principal, sin duda, fue el retrato que hace del miedo. De ese miedo que tenemos los ciudadanos a lo que está por venir y del que tanto vive la política para legitimarse. Retrata la impotencia ante situaciones de totalitarismo, de políticas populistas, de cambios económicos bruscos e inesperados. Ya digo que tiene sus fallos, pero desde el punto de vista emocional vi bien reflejados mi miedo a Trump, a la bomba atómica, al Brexit, al nacionalismo, al contra-nacionalismo de derechas (que es más nacionalismo), al rechazo a la inmigración, a la misoginia, a la indefensión de los refugiados. Retrata una etapa de intenso miedo que vivimos los europeos desde hace varios años y que va minando nuestra felicidad, nuestra salud y nuestra ilusión. ¿Pero a qué se debe este miedo?
Mi asignatura favorita en el instituto era Historia y dentro de la Historia, de las cuatro cosas que nos daban repetidamente, como un mantra, año tras año, me gustaba la Revolución Francesa. Toda la iconografía, la Marsellesa, las cabezas cortadas con pelucas, los intelectuales enciclopedistas, los personajes del drama que quedaron inmortalizados en grandes obras de arte, que no eran solo arte, sino comentario político, comentario social, centro de conversación, cápsulas de unos hechos que marcaron y siguen marcando todas las revoluciones, me encantaban, con la excepción del final. No es que sepa mucha historia, porque la verdad es que en nuestro país se favorece el estudio de la estructura, de las etapas, del esquema, por encima de la profundidad y la riqueza de cualquiera de los conocimientos profundos que llevan a un pueblo a levantarse en armas contra los estamentos establecidos -quizá por eso somos tan proclives a repetir la historia, con etapas tan similares a las que se estudian de memoria-, pero recuerdo que no entendía que se le diera tanto valor histórico a una revolución que en mi opinión, había sido no solo fallida -duró diez años para acabar en la dictadura de Napoleón-, sino sangrienta, violenta y aterradora. De hecho, hasta tenía una etapa que se llamaba “El terror” o “El gran miedo”.
Uf, cómo me agobiaba pensar en la etapa del Terror. Yo no soporto el terror. Mis enemigos me destruyen con terror, quizá porque veo en el terror una advertencia a lo que es real y tangible y que acaba llegando. A veces, el terror no es para tanto y siempre es mayor que lo que está por llegar, pero esto es solo cuando el miedo es una cosa individual. Cuando el terror es de muchos, cuando es continuado y nada lo desactiva durante años… entonces sí que hay un grave problema social.
No se hablaba suficientemente de esa etapa de la revolución francesa llamada “del terror”. Se habla de los cánticos, quedan los cuadros, ondean las banderas, suenan los himnos en las mentes de los alumnos, se alaba su legado, la separación de poderes, el fin del absolutismo, pero no se analiza ese terror, no se ilustra con ejemplos, sus muertes e injusticias, sus individualidades, y ese terror no es algo exclusivo de la revolución francesa, ni de la revolución Siria, ni de la preguerra Civil Española, ni de la revolución bolchevique. Esos años de miedo y en muchos casos, terror en forma de sangre y violencia, forman una etapa universal que conlleva reacciones inevitables de huida hacia el diablo. Nadie puede vivir durante muchos años en el terror sin agradecer el auxilio del mismísimo Hitler a salir de él.
Los cambios sociales bruscos, las escisiones rupturistas dentro de una sociedad que lleva funcionando unida durante siglos y que es reflejo de un modelo internacional establecido, un modelo que se repite en unos y otros países y que esos países habrán de defender con todas las armas del miedo al ver amenazado su esquema político, nunca son hechos concretos, aislados, localizados en un solo país y nos llevan lentamente, girando otra vuelta de tuerca, con periodos de reposo y alivio y picos de estrés y conflicto hacia el miedo y hacia el mal, siempre que no se encuentren soluciones económicas y sociales a largo plazo que alivien la tensión invisible del miedo, que como la fricción de dos fallas, termina en terremoto.
Históricamente, en Europa, las revoluciones son francesas, duran diez años y acaban con un dictador y una Europa machacada. El terror se abre paso cuando la incertidumbre pesa más que la conciencia. El terror, la falta de seguridad, la inestabilidad, son más peligrosos que la inflación o la balanza de pagos. El plato vacío en la mesa, el niño que llora, la persecución intelectual, la muerte en el mar, la falta de fe en las instituciones, la irrealidad… acaban en vítores a Napoleón.