THE OBJECTIVE
Joseba Louzao

Quién ha crispado a quién

«La crispación termina por estar más en los ojos del que mira que en otro lado»»»

Opinión
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Quién ha crispado a quién

Vivimos una época extraña para la política española. Vivimos tiempos de crispación. Nos tendremos que acostumbrar a la nueva realidad. Pero podremos seguir mirando hacia atrás y recordar otros momentos mejores. Qué tiempos aquellos en los que solamente se hacían escraches en casas de políticos, se rodeaba el Congreso y algunos diputados debían salir escoltados o escuchábamos insultos y maledicencias de tono tabernario. Sí, eran otros tiempos que nos quedan ya lejanos y donde no cabía la palabra crispación. La vieja realidad política nada tenía que ver con la actualidad. Ahora sí. Estamos ante el abismo.

No se preocupen porque la nueva realidad política es como la de siempre. Como lo fue en 1990, 1999, 2004, 2007, 2010, 2012 o 2018. Es llamativo repasar las hemerotecas y descubrir que esta palabra se coloca en el centro del debate público cuando gobierna el PSOE. Quizá por aquello de que el concepto nació como palabra tribal propia durante el trienio de 1993-1996. No he encontrado una definición clara sobre a qué se refieren con crispación los analistas independientes que lo condenan en sus textos. Si bien, los que han hecho el pequeño ejercicio de la conceptualización han remarcado lo siguiente: hay un uso excesivo de la descalificación del adversario, a veces llegando al terreno personal, y se produce la tergiversación de la realidad de forma demagógica sobre temas en los que hay consenso social. Todo ello aderezado con lamentos sobre la excepcionalidad española. ¿Ven dónde están marcadas las cartas?

Al final, la crispación termina por estar más en los ojos del que mira que en otro lado. Hay una norma no escrita en el mundo del fútbol que se cumple con bastante insistencia: el defensa que levanta la mano señalando el fuera de juego y protesta ostentosamente al árbitro, es quien ha habilitado al delantero rival para marcar el gol. Con la crispación sucede lo mismo: el que más levanta la voz es quien más ha trabajado en esa dirección. Nunca es el qué, sino quién. Por ejemplo, es una desvergonzada ironía que quienes más denuncian la estrategia de la crispación hoy sean Adriana Lastra o Pablo Echenique. Y lo hacen, antes o después, de descalificar al adversario y deformar la realidad ostensiblemente.

A izquierda y derecha se han usado estos métodos con cierta regularidad. El CIS de Tezanos de febrero nos descubrió que la gente señalaba a Santiago Abascal y a Pedro Sánchez como los políticos españoles que más crispación generaban. Ahí tienen los datos, como le gusta indicar al presidente. Nos puede gustar más o menos este mecanismo perverso, pero cuando siempre se señala hacia un lado, la denuncia no es más que una broma de mal gusto. Y es que, en ocasiones, los que hacen el mejor trabajo sucio ni tan siquiera están dentro de los partidos. En el fondo, como cualquier otro concepto tribal, la crispación es un desiderátum, que conforma eso que hoy llamamos relato y se conjuga con una escenificación concreta. Quizá debiéramos recordarles a nuestros líderes que la política tiene mucho de teatro, pero nunca lo ha sido. Aunque se encuentren más cómodos en el conflicto partidista de quién ha crispado a quién, los problemas políticos no desaparecerán para el resto de los españoles.

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