Un alivio… sobre el papel
«¿Estamos al borde de unas elecciones generales, o de un nuevo pacto gubernamental en el que la derecha apoye a Sánchez aceptando parte del desgaste?»
¿Cómo de corto quedará atado Pedro Sánchez por el acuerdo con los demás socios de la Unión Europea que aporta millonarios créditos y subvenciones a la reconstrucción de un continente arrasado por la pandemia, y en particular a países como España e Italia? Ésa es la pregunta que desde principios de esta semana debaten los analistas económicos de nuestro país, con dosis a veces notables de escepticismo: el mismo martes insistía Carlos Segovia, en El Mundo, en que Sánchez y Pablo Iglesias confían en poder «sortear» la vigilancia de Bruselas y proseguir con sus planes, a grandes rasgos, estatalizadores para la economía española.
El temor y el escepticismo son las reacciones inevitables, casi automáticas, tras toda esta etapa dominada, no sólo por la crisis sanitaria y económica, sino también por la política de gestos y señuelos de un gobierno de izquierdas que ha demostrado ampliamente su falta de criterio y de rumbo. Hay otras preocupaciones, claro, como el aguante que pueda tener España hasta que los primeros fondos lleguen, ya en 2021. Pero por delante de todas está ese tira y afloja que se atisba entre las autoridades españolas y las comunitarias, con las incógnitas sobre la eficacia de los sistemas de control que la Comisión Europea –y, no lo olvidemos, cada uno de los países miembros por su cuenta– debe poner en funcionamiento para evitar incumplimientos graves.
Europa exige a España reformas que van exactamente en sentido opuesto al de las ya prometidas por Sánchez, con la legislación laboral en primer plano: o se desmantela la liberalización instaurada por el PP y denunciada por PSOE y Podemos, o se hace lo que pide Bruselas, que es ir más allá aún que los populares en el abaratamiento de la contratación y el despido. Ahí no hay lugar para componendas. El contraste es tremendo, es el que existe entre el retorno de nuestro país a un desarrollo basado en las inversiones e iniciativas privadas y públicas, por una parte, y el vuelco hacia una suerte de economía bolivariana, por otra. Capitalismo moderno y marxismo tercermundista, por abreviar.
¿Podrá obligar la UE a Sánchez a cumplir con las políticas marcadas por el acuerdo, o podrá Sánchez seguir trampeando como es habitual en él? Si el Gobierno español cumple, ¿podrá un Pablo Iglesias seguir en él? ¿Estamos al borde de unas elecciones generales, o de un nuevo pacto gubernamental en el que la derecha apoye a Sánchez aceptando parte del desgaste?
España ha recibido esta semana una noticia positiva: un fracaso de la cumbre habría ahondado mucho más aún nuestra crisis. Pero las buenas noticias, por ahora, sólo aparecen impresas en unos documentos. Todo lo demás está absolutamente en el aire.