China Redux
«Al contrario que la URSS, China es una nación «particularista», no muy interesada en hacer proselitismo ideológico»
Si las previsiones se cumplen, en 2049, cien años después de la fundación de la República Popular, China sobrepasará a Estados Unidos como líder económico del mundo. Una vertiginosa historia de ascenso para quienes dimos la hegemonía americana por hecho familiar e irrevocable, pero que en la mirada de Pekín, templada en el tiempo cíclico, solo corrige una aberración histórica: el momentáneo eclipse de China en la cúspide mundial, secuela del llamado «siglo de la humillación», cuando la valetudinaria dinastía Qing se dejó desvalijar su soberanía y poderío por los países occidentales. El renacido afán de dominio ni siquiera ha de verse, a ojos de la nomenclatura china, bajo el signo de la revancha: se trataría más bien de volver a la normalidad. Del Imperio del Centro no puede esperarse algo distinto que estar en el centro.
Cierto: del auge chino se lleva hablando años, décadas. Pero ¿cuánta gente, incluso entre el público lector de periódicos, tiene bien tomadas las dimensiones de la crecida? Yo no las tenía y buscaba material didáctico para desasnarme. Lo he encontrado en Estrategias de Poder: China, Estados Unidos y Europa en la era de la gran rivalidad (Deusto, 2020), un fibroso volumen a cargo del diplomático español Fidel Sendagorta, absolutamente recomendable para entender al actual momento internacional. Una de las tesis fuertes del libro es que la creciente presencia de China en el mundo no es un conjunto desparramado y cacomorfo de iniciativas, sino que responde a una visión estratégica clara y estable: la de crear un nuevo orden mundial en que la democracia liberal ya no puede reclamar la superioridad moral y con Eurasia como nuevo centro de gravedad económico. Un mundo, resume Sendagorta, «donde el autoritarismo esté a salvo». La estrategia se sostiene en dos robustos pilares: la «Iniciativa de la Franja y de la Ruta», omnívoro programa inversor destinado a recrear un corredor logístico euroasiático, y el programa «Made in China 2025», orientado a producir domésticamente todos aquellos bienes de alta tecnología en los que China todavía depende del extranjero, y, en particular, de Estados Unidos.
Tal vez lo que más me ha impresionado de la panorámica ofrecida por Sendagorta es la sensación de implacable coherencia que desprende la actitud china. Un país que conoce su interés nacional y traza un camino para obtenerlo es un espectáculo poco frecuente en estos tiempos. Lo dice bien Sigmar Gabriel, citado por el autor: China es hoy por hoy el único país del mundo con una estrategia global pensada a largo plazo, algo de lo que no se le puede culpar. Cierto: al contrario que la URSS, China es una nación «particularista», no muy interesada en hacer proselitismo ideológico. Pero a nadie se le escapa el poderoso deseo de emulación que puede inducir en terceros Estados una autocracia convertida en poderosa máquina económica. Pronto podrían ser ciudadanos europeos los que dieran en pensar que no importa el color del gato mientras cace ratones: desde la entrada de capital chino, el puerto griego del Pireo se ha convertido en el séptimo de Europa por número de contenedores.
El libro de Sendagorta aporta, de manera concisa y ejemplarmente ordenada, todo tipo de datos, tendencias y dilemas que tener en la cabeza al hablar de la expansión China. El ramaje impresiona: de Venezuela a Yibuti, de Groenlandia a Grecia. La pisada de un dragón que ya no quiere, como en época de Deng, ocultar sus capacidades, y se aprovecha de las asimetrías del terreno (tres de cada cuatro inversiones chinas en Europa desde el año 2000 no habría sido autorizadas en China). En el horizonte, «un mundo bifurcado», desagregado en esferas regionales de influencia, con ese pequeño apéndice geográfico de Eurasia llamado Europa en posición vulnerable. Precisamente el libro se cierra con un elenco de meditadas propuestas para que la Unión Europea maximice sus fuerzas y abroquele su propia estrategia común: una ecuación donde el refuerzo de la competición sea condición de una mejor cooperación. Se trata de una lectura, en suma, de lo más útil para entender el mundo de hoy y avizorar el de pasado mañana, aquel en el que vivirán nuestros hijos.