Cariño, los niños han comprado un satélite…
«Cuando la realidad supera a la ficción existe el peligro, mortal pero no precisamente rosa, de no tomársela en serio»
Esto del Procés, del Tsunami Democràtic, etc, empieza a recordar la situación de los padres que se van al cine, y se dejan la tarjeta de crédito en casa, y cuando vuelven el niño, o los niños, se han pulido miles de euros en chuches por Amazon o en dar a toda la familia de alta en un canal porno. Las recientes detenciones de la Guardia Civil sacan a flote la cara más fea de un entramado de iluminados, sí; pero sobre todo de una insaciable red clientelar que no se ha detenido ni se detendrá ante nada (ni ante el desgarrador drama del Covid…) en su saqueo del dinero de todos para pagar la juerga y el delirio de unos pocos. Por cada autoproclamado «preso político» salen no sé cuántos ladrones políticos.
Hasta en The Guardian ha retumbado la carcajada incrédula ante la última ocurrencia de la Generalitat: gastarse 18 millones de eurazos, que encima procederán de Europa, vamos, de allí mismo de donde vienen los disputadísimos fondos para la reconstrucción, no en desabrumar a los sanitarios, a los maestros o a los autónomos, no…sino en poner en órbita dos nanosatélites a mayor gloria de una especie de NASA catalana.
Normal parece reírse, pero ojo: puede que el tema requiera alguna reflexión menos jocosa y más alarmada. Aunque sólo sea porque todo esto lo ha anunciado el conseller de Polítiques Digitals, Jordi Puigneró, el mismo que no hace tanto ya amagaba con la creación de una “república digital catalana”, a falta de una más física. Entonces también parecía una broma, una idea como de profesor Bacterio, pero no. Fue arrancarse Puigneró con esto, y de repente una serie de firmas muy significadas, con Pilar Rahola al frente, ponerse de acuerdo en pedir que todo el mundo entregara sus datos virtuales a la Generalitat. ¿Con qué fin? Escalofríos da pensarlo…
Cito textualmente de La Vanguardia, poco sospechosa de malmeter, lo que ha dicho Puigneró ahora, sobre los nanosatélites: “La Generalitat prevé su uso en telecomunicaciones, aumentando la cobertura del 5G para el Internet de las Cosas (IoT), observación de la tierra, y para servicios propios de la Generalitat, por ejemplo en el control antiincendios y rescates en espacios naturales y zonas aisladas. El proyecto, aseguró Puigneró, estará abierto a las empresas, que se encargarán de diseñar y lanzar los satélites y posteriormente de desarrollar servicios sobre la conectividad que aporten”
¿Soy yo la única malpensada que se pregunta si este brindis al sol, digo, a las estrellas, no persigue algo todavía más siniestro que cutre? El mismo Puigneró afirma, ufano, que el espacio exterior “es como las aguas internacionales”, es decir, que se puede campar por ahí sin darse de bruces con ninguna competencia estatal. ¿No era la mismísima Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, la que ponía pegas al 5G porque la Internet de las cosas es susceptible de convertirse en el mayor Gran Hermano que el mundo haya conocido? Para que los profanos tecnológicos lo entendamos: la Internet de las cosas permitirá almacenar información no ya en tu teléfono o tu ordenador, sino en tu mismísima nevera. Nos embarcará a todos en una hiperconectividad salvaje. Fantástico, sí. Pero si se usa mal, no habrá cara oculta de la Luna ni de nuestra vida que escape al control de…¿Houston Puigneró?
Cuando la realidad supera a la ficción existe el peligro, mortal pero no precisamente rosa, de no tomársela en serio. Uno se puede reír leyendo en titulares que los Darth Vader del Procés se reunían durante horas con Julian Assange y con los «rusos», y que estos últimos habrían podido llegar a ofrecer 10.000 soldados para «defender» la fantasmal república catalana de sí misma…
Pero es que ellos, su guerra de los mundos, se la creen. Ellos van a muerte.