El rostro de los PGE del PGE
«Siete veces reclamó el líder socialista a los suyos que pusieran rostro a las cifras de sus PGE»
“¡Ponedle rostro a las cifras!”, conminó insistentemente Pedro Sánchez a quienes le escuchaban en su mitin telemático de la mañana del sábado. Tituló su prolongado spot publicitario La España que nos merecemos 2021-2026 para que nos vayamos haciendo a la idea de que los Presupuestos que esta semana el Congreso remitirá al Senado son su plan para seguir en el Gobierno hasta 2026 como mínimo. ¡Por fin vuelven los planes quinquenales! Es verdad que avisó de que la legislatura será “larga”, pero llegar a 2026 exige alguna cita electoral, que Sánchez presume ganada para él o para él con su coalición, sea esta la que tenga que ser en cada momento.
Pero vamos a lo importante. Siete veces reclamó el líder socialista a los suyos que pusieran rostro a las cifras de sus PGE (Presupuestos Generales del Estado). Hagámosle caso. Pongamos, en lugar destacado, el primer rostro a las cifras. El primero y principal es el de Su Persona: Él es el PGE (Presidente del Gobierno de España). Y su primordial objetivo es que estos PGE le garanticen larga vida como PGE.
Él no olvida el primer rostro de sus cifras: 90-85-123-120. Se estrenó con 90 diputados en 2015, después de que su predecesor, Alfredo Pérez Rubalcaba, dimitiera por sacar solo 110 escaños. En la repetición electoral de 2016, mejoró los 90 hasta 85. Que nadie dude de que aquello fue una mejora porque con 85 logró desbancar al PP del Gobierno con la moción de censura de mayo de 2018: con sus 85 y con otros 95 prestados por la célebre coalición Frankenstein (la misma, por cierto, que ahora apoya sus PGE). De esos 95 apoyos externos arañó alguno en las primeras elecciones de 2019, las de abril: pasó de 85 a 123. Meritorio, pero insuficiente. Quizá pensó que una repetición electoral, con la solemne promesa de alejarse de Frankenstein, le devolvería una mayoría suficiente con los votos de ese célebre progresismo centrista que posiblemente recelaba de los socios de censura, y podía estar yéndose a Ciudadanos. Pero no, en noviembre de 2019 los 123 pasaron a 120 (y no precisamente por ninguna fuga de la socialdemocracia hacia C’s, que pasó de 57 a 10).
El líder invicto leyó los resultados, puso rostro a sus cifras, y decidió que Frankenstein es el mejor amigo del hombre, el indiscutible mejor amigo del verdadero hombre progresista.
El segundo rostro que hay que poner a las cifras es el del colaborador principal del líder invicto: Pablo Iglesias, con Podemos y todas sus confluencias (que no disidencias). Sus cifras son 71-71-43-35. Ojo, venía de cero y se estrenó con una impresionante suma de 71 diputados en 2015 (69 más 2 de Garzón). Eran los tiempos de los indignados y de el cielo se toma por asalto. Mantener 71 en 2016 (con altibajos de confluencias) quizá animó su moción de censura en 2017. Lo fácil es constatar que fue fallida; lo emocionante, recordar que fue apoyada por ERC y Bildu, los dos nuevos socios clave en la “dirección del Estado” por gentileza del vicepresidente Iglesias. Sea como rédito de la moción de 2017 -o como contrapunto al avance imparable del liderazgo socialista de Su Persona- el segundo rostro de los PGE baja de 71 a 43 en abril de 2019. Ese resultado se podía mejorar, y mejoró de 43 a 35 en las elecciones de noviembre. Es una evidente mejora porque, con 35 escaños, Pablo Iglesias es vicepresidente del Gobierno, suma varias carteras perfectamente prescindibles, reparte carnés de auténtico demócrata y forja coaliciones de indiscutible progresismo con los socios innombrables de Frankenstein: sí, con esos de Bildu, ahora colaboradores preferentes de los PGE del PGE.
El tercer rostro de las cifras de los PGE es bifronte: lo muestra la foto del abrazo de coaligados el día después de las elecciones de noviembre. Las crónicas de esos días contaron que Sánchez decidió la noche electoral que debía ser Iglesias al ver avanzar el recuento. Así las cifras de ambos no serían ni 120 ni 35 sino 155, un bonito número.
El cuarto, por méritos propios, es el de Bildu y su incombustible líder, Arnaldo Otegi, hoy democratizador del Estado español. Sus cifras marcan tendencia: 2-2-4-5 (¡y en el último arreón con grupo parlamentario de regalo!): dos diputados en 2015 y 2016, el doble en abril de 2019 y el doble más uno en noviembre. Vale, es mucho menos que los 7 de Amaiur de 2011, pero es que en la precampaña de aquellas elecciones (el 20 de octubre) ETA anunció el “cese definitivo” de su autodenominada “actividad armada” (léase terrorismo). Y a aquellos 7 no les dieron el grupo parlamentario que tienen hoy. Además, ¿quién se acuerda? Ahora estamos en un tiempo nuevo. Desde la “dirección del Estado español” es la hora de la audacia: “Intentarán democratizar” a los españoles. Un detalle.
El quinto, con el permiso de Rufián, queda para el PNV. Es un rostro relevante en todos los PGE, fuera el PGE del partido que fuera. No fue baladí su crucial intervención en los últimos aprobados y aún en vigor: los de Rajoy-Montoro de mayo de 2018, en la víspera de la moción de censura de Sánchez. Apoyaron los PGE del PGE-Rajoy para, en la semana siguiente, hacer PGE a Sánchez. Las cifras del rostro del PNV son la mejor fotografía de la estabilidad: 6-5-6-6. ¿Y antes? Pues lo mismo: 6 en 2008 y 5 en 2011. Es el partido de la centralidad, que tantos confunden con el centro, y la gobernabilidad, es decir, quien permite que gobierne el que gobierna.
El sexto rostro de los PGE del PGE retrata al partido que confía en ganar las próximas elecciones en Cataluña y coquetea con la doble posibilidad de gobernar ora con un tripartito ERC-PSC-Podemos, ora con su actual socio separatista sometido a declinantes cambios de nombre, liderazgo y rupturas internas. Las cifras del rostro de Esquerra muestran una tendencia similar a la de Bildu, aunque por motivos distintos. En 2008 y 2011, cuando todavía existía CiU, las cifras de ERC fueron 3-3. Y ya. Pero cuando el partido de Pujol (por tantos y tan corrompidos motivos) decidió huir de sí mismo con alocados cambios de nombre, líder y propósito, el rostro de las cifras sonrió a los de Esquerra: de 2015 a 2019 fue 9-9-15-13. Incluso con el traspié de noviembre no está nada mal. A ERC, a su hombre en Madrid, al diputado Rufián, debemos la última pedrada al tablero con probable connivencia socialista: la extravagante acusación de dumping fiscal contra Madrid. Este reciclado del España nos roba a un Madrid nos roba se explica por quién gobierna en cada sitio. Y la medida del éxito de tan mendaz campaña lo da la acogida que Isabel Díaz Ayuso ha tenido en su reciente visita a Barcelona.
El séptimo y último lo reparten ustedes como quieran. Un candidato obvio es la otra cara del separatismo catalán: lo que queda de aquella CiU que mandaba una enormidad. Y otro, también obvio, es la miríada de pequeñísimos partidos territoriales con posibilidades reales de prosperar bajo la fórmula de X-existe, sea X lo que se quiera siempre que su existencia sea de izquierdas.
Las cifras ya tienen su rostro previo. El rostro final quedará retratado este jueves, con la aprobación de los PGE en el Congreso y su traslación al Senado. Su duración no es anual sino de legislatura. Y su esencia está marcada por una doble característica inexplorada (esto se lo tomo prestado al economista Fernández Méndez de Andrés): no son un instrumento de política económica sino uno de economía política, y no pretenden la recuperación de la economía española sino la reconfiguración de la política en España. Pues eso: Economía política para la reconfiguración de España como rostro definitivo de los PGE del PGE.