Apocalypse Now
«Sigo la pista del optimismo, tan huidiza. Doy gracias a Dios, lo que me permite saber la suerte que tengo. Tengo valles oscuros que intento iluminar con la fuerza del universo»
Aviso a los lectores: el artículo de hoy es muy raro. Iba a ser algo, y fue otra cosa. He empezado a escribir, y como ocurre a veces, se ha producido un torrente. Reader discretion is advised. Prosigamos.
Desde mi ventana observo cómo un inmenso manto blanco democratiza el paisaje. Medio metro de nieve bloquea el umbral de mi morada. Hace -11 grados bajo cero. Llevo casi una semana encerrado en casa.
Mientras esto ocurre, una terrible epidemia[contexto id=»460724″] aterroriza a la población que se defiende confinándose y portando mascarillas en sus escasas salidas. Han fallecido en mi tierra más de 70.000 personas víctimas del virus, por culpa de una gestión nefasta de los responsables políticos.
Gobierna mi nación un presidente que se apoya para gobernar en condenados rebeldes que intentaron dar un golpe de estado. Tiene la complacencia y el apoyo de los asesinos terroristas que causaron el horror en mi país durante casi 50 años.
El vicepresidente del Gobierno es un comunista bolivariano que vive en un chalet con piscina en una zona burguesa de la capital. Desde el corazón del Estado constituye el epicentro de una campaña de acoso y derribo a la Constitución y al Rey que nos representa a todos (también a él).
El rey emérito que trajo la democracia y la libertad a nuestro país, que se jugó el tipo y detuvo un golpe de estado, el que modernizó la nación hasta convertirla en la admiración de Europa, el que fue objetivo prioritario de los terroristas, ha sido expulsado del país. No está formalmente investigado, ni acusado, ni condenado.
Mientras, los terroristas son acercados a su tierra, liberados gota a gota, y ensalzadas sus vidas. Sus herederos son los que sustentan al gobierno de la nación. Sus asesinos son consultados políticamente por sus títeres. El golpista huido a Waterloo es tildado de «exiliado político» por el vicepresidente del gobierno.
Millones de personas están aterrorizadas porque pueden perder sus puestos de trabajo. Muchas familias no llegan a fin de mes, pues los ERTE no funcionan eficazmente. El empobrecimiento masivo es una amenaza real.
Suben los impuestos, lo que disuade la inversión, el consumo y el gasto. Huyen los inversores internacionales. La luz toca precios récord, y el empobrecimiento energético podría ser una realidad. Bajan las pensiones. Todo obra de los mismos negligentes.
Se aprueba una ley sin consenso que abre la puerta a las familias a acabar con la vida de sus mayores, si estos les molestan y son una carga financiera. «Matar para heredar» está a la vuelta de la esquina.
Una nueva ley de educación diseñada sin consultas amplias ni apoyos de los grupos afectados, termina de hundir a nuestros hijos en la incultura y acaba con las esperanzas de los padres con hijos con necesidades especiales. Se democratiza hacia abajo, todos igual pero a peor.
El Gobierno amenaza con terminar de intervenir el poder judicial de manera unilateral, con la excusa de renovar sus órganos. Solo es disuadido de su asalto al poder por las quejas de una Europa ojiplática.
Fuera de mi tierra, un grupo minoritario de habitantes de la pérfida Albión consigue embaucar a sus ciudadanos para sacar a su nación de la gran Europa[contexto id=»381725″], de la que viven económicamente, pues es su mayor socio comercial. Matan a la gallina de los huevos de oro que el destino financiero les había deparado.
Un fauno, un leñador, y un seguidor del señor de los anillos apoyados por miles de ciudadanos que creen que miembros del partido demócrata americano han constituido un grupo de pederastia generalizada liderado por los Clinton, toman violentamente el Capitolio. La sede de la democracia más antigua del mundo es violada por estos sujetos, alentados por su propio presidente que proclama un fraude electoral ocurrido under his watch.
Todos estos hechos me hacen recordar las palabras de Sebastien Castellion (De Arte Dubitando, 1562): «Ña posteridad no podrá comprender que hayamos recaído en semejantes tinieblas habiendo conocido la luz».
¿Cómo mantenerse cuerdo en este Apocalipsis, querido lector?
Fácil: recuerda sencillamente que, pese a las aparentes desgracias que nos rodean, vivimos la mejor época de la historia de la humanidad. Esto no es más que un destello de nube negra temporal. No te dejes deslumbrar por las vísceras de la realidad. Somos unos privilegiados. La pobreza mundial se ha reducido de manera extraordinaria en las últimas décadas. La guerra en el mundo desarrollado solamente es una vieja pesadilla. El desarrollo tecnológico nos tiene a las puertas de una nueva era revolucionaria. El estado del bienestar es un escudo contra la miseria. El milagro energético es inminente. Acabar con el hambre está cerca de ser una realidad.
Así que… encuentra tu camino para mantener tu centro de gravedad permanente. Reflexiona. Reza (si crees en Dios), o medita. Plasma tus dudas en un papel. Toma el control de tus ansiedades. Observa la vida pasar, despacio. Domina tu genio.
Yo busco la calma de la vida interior, única defensa contra esta losa de fango aparente que se nos ha venido encima. Me refugio en la lectura, porque todos escriben mejor que yo. Devoro series de ficción, que algunos pedantes dicen que es la nueva literatura.
Enfoco mis esfuerzos en mantener un alto nivel de estimulo laboral. Intento ser un buen ejemplo y una buena influencia entre mis compañeros de trabajo. Procuro planear el futuro y ser la hormiguita de la fábula, con gratas y enérgicas explosiones de cigarra.
Mantengo mi ego a raya, y le recuerdo que es mortal. A veces el tío se viene arriba y me sobrepasa. Luego me arrepiento.
Hago deporte para tener la mente sana y compartir con mis amigos momentos únicos. Me río para tener el alma limpia. Lloro para reconocer que soy vulnerable. Evito el odio. Rehuyo ser una fuente de queja y lucho contra la envidia, que solo crea infelicidad y es el cómodo refugio del perdedor. Cocino para entrenar mis sentidos. Bebo para acompasar el ritmo vital.
Amo la naturaleza. Observo el crecimiento de las plantas y me intereso por la flora y la fauna. Disfruto la caricia de la brisa sobre mi cara cuando paseo por la Alcarria. Adoro la fragancia del romero, el tomillo y el olor a monte al rasgar sus tallos con mis pasos. Me fascina el atardecer. Me levanto al amanecer.
Intento dar a conocer la realidad en mis artículos, tal y como yo la veo, que puede no ser la que otros ven. No quiero la confrontación, evito a los odiadores, busco el consenso, el acercamiento y el equilibrio. Quiero acercar la mano a los que piensan diferente. Pero no me arredro. Busco mantener el piloto automático de la creatividad para ser más humano.
Pido perdón a todos los que piensan que les hice daño, tanto adrede, como inconscientemente.
Sigo la pista del optimismo, tan huidiza. Doy gracias a Dios, lo que me permite saber la suerte que tengo. Tengo valles oscuros que intento iluminar con la fuerza del universo.
Lucho contra mis demonios, pues la cabeza es muy complicada. Huyo de las fuerzas concéntricas del pensamiento negativo. Me escapo de los tristes, a menos que sean buenos amigos.
Confío en que este sea el año en que el Atleti gane la Liga y la Champions.
Y en todo esto, a veces, o casi siempre, fracaso estrepitosamente. ¿Y tú?
«Si lloras porque no puedes ver el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas» (Rabindranath Tagore).