Casquería
«Pablo Iglesias se presenta ahora como candidato a Madrid a matar o a morir, pero sobre todo a heder»
Yo también practico los tuits de un segundo, esos en los que asoma una verdad, una verdad descarnada, o tal vez un desahogo borrico. Aparecen por una necesidad o un impulso y al momento se borran, como si se cumplieran en el parpadeo. Otros muchos mueren antes de que se le dé al «enviar», tuits monstruosos o inconvenientes que llegan a ser escritos, cargados, pero ahí se paran. Los del parpadeo, en cambio, han logrado abrirse camino hasta el mundo en el que desentonan. Son un estallidito y nada más.
Pero hay cazadores de estallidos y a Teresa Rodríguez le cazaron el lunes este, que ha seguido circulando –capturado– después de que lo borrase (le edito un par de erratas): «Iglesias provocó en 2019 una repetición electoral solo para ser vicepresidente. Así le dio a Vox, a sabiendas, la oportunidad de ser tercera fuerza política en España. Ahora se va porque se aburre y para su vendetta personal con Errejón. La política con minúsculas: la casquería».
Una radiografía fulminante, precisa; una vivisección. De repente en Twitter asomó esa loncha de carne cruda (más cruda, desde luego, que los guisos recalentados –de estolidez supina– que nos sirve el ínclito Carnecrudo, sologripista de todos los coronavirus ideológicos) y su autora no podía más que retirarla al momento, justo por su crudeza. Era obsceno ese desnudo hasta el esqueleto de Pablo Iglesias. Un striptease de vísceras: casquería.
Acudimos de inmediato los moscardones, oliendo el cadáver. Pero fue retirado de inmediato, antes de su transmutación en mortadela, en chopped puro. Iglesias fue el primero en oler su propio cadáver, ese incómodo hedor de la necrosis, y ha salido de la Moncloa y de sus series para batirse, no por Madrid, sino por su supervivencia.
Si hubiese dedicado un 10% de ese celo a la pandemia[contexto id=»460724″], como era su responsabilidad, tal vez esta habría sido menos asesina en España. Pero no, se ha dedicado a politiquear, arrastrando al resto. No olvidamos que la primera cacerolada, a los tres días del confinamiento, la hicieron los suyos. Ahora se presenta como candidato a Madrid a matar o a morir, pero sobre todo a heder. (El ‘no’ de Íñigo Errejón y Mónica García ha sido un palazo en los nudillos cuando trataba de salir de la tumba).
Teresa Rodríguez escribió más tarde: «Sí, he borrado el tuit. Lo pienso y lo siento pero no aporta nada». Y: «El que tiene boca (y Twitter), se equivoca». Pero el caso es que el que tiene boca (y Twitter) a veces dice la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. En un parpadeo.