Cómo se llega a ser lo que se es
«Cultívate, porque cultura es cultivo. Recuerda que una persona inculta es una caricatura de sí misma, como dijo Schlegel, pero no seas meapilas»
Los mandamientos del presente octálogo son ocho consejos de amigo; quizá, ocho sugerencias para evitar el éxito; también, acaso, ocho excusas para obedecer. ¿Hay algo peor que ofrecer un consejo? Sin duda, aceptarlo.
1. Busca la sombra. ¿Te imaginas al abuelo publicando compulsivamente fotos de sus vacaciones en Camboya o contando en redes lo que quiere al gato? Cada ciudadano es hoy un publicista de sí mismo: publicita su conducta para recibir una aprobación virtual. Se trata de una gratificación que, naturalmente, nunca sacia. En tiempos de exhibicionismo, no hay mayor desacato que vivir oculto. Uno de los fragmentos de Heráclito rezaba que a la naturaleza le gusta ocultarse. Dos siglos después, Epicuro sintetizó el secreto de la felicidad en una breve frase: para vivir bien, vivir ocultos.
2. Da. En un mundo dominado por el interés, nada descoloca más que la munificencia. A las mentes obtusas les inquieta el derroche improductivo. Es la fiesta del potlatch de aquellos indígenas del Pacífico que sacrificaban parte de sus ganancias. Marcel Mauss lo llamó el don ideal porque se entrega sin esperar nada a cambio. Espléndido es todo espíritu elevado. Suya es, en expresión de Nietzsche, la virtud que hace regalos. El virtuoso siempre es pródigo.
3. Baila a tu aire. No te importe que maledicentes y murmuradores señalen con el dedito. Toda conducta es objeto de deixis: cuando percibe la menor transgresión, una falange se agita como la varilla de un sismógrafo y, señalando, condena. Hay quien prefiere comprar el billete después del sorteo, pero es mejor correr el albur de equivocarse. Desconfía de los santitos sin pecado. Donde abundó este, sobreabundó la gracia. Recuerda, ante todo, que la vida es un baile de máscaras. Toda persona (prosopon) es un anti-faz: lo que se pone delante de la cara. Cuando comparecemos ante otro, ya somos un personaje. Así que haz oídos sordos al perro que ladra; también al que, halagador, menea la cola.
4. No seas una persona creativa. Primero, porque es un sacrilegio. El fraile Savonarola se pondría de uñas con quienes hoy se definen como «creadores». La creación ex nihilo es una regalía exclusiva de Dios, exista o no. Alfarero, a tus cacharros / haz tu copa y no te importe / si no puedes hacer barro (Machado). Segundo, porque es un engaño. Creativo es el nombre del empleado que se aviene a trabajar sin sueldo. Si cobras en likes, no hace falta collar de hierro; si confundes ocio y negocio, no hay para ti manumisión posible. La creatividad es una mentirijilla que, hasta ahora, los pedagogos contaban a los niños. Ahora esos niños han crecido y se la cuentan los jefes.
5. Deja de discutir. No es verdad que de la discusión surja la luz. Discutere viene de quatere, que consiste en sacudir las raíces para ver si son sólidas: pero eso, huelga añadir, solo funciona con las propias. No politices la sobremesa. Dar la turra es una falta de educación. No veas debates políticos. Si tu alma rebosa de gilipolleces, tu cara, que es el espejo de aquella, lucirá triste, fané y descangallada.
6. Hazte quien eres. Cultívate, porque cultura es cultivo. Recuerda que una persona inculta es una caricatura de sí misma, como dijo Schlegel, pero no seas meapilas. Ni «los libros nos salvan» ni nos hacen más guapos ni más altos. No les atribuyas cualidades soteriológicas ni los conviertas en fetiche. Es mejor ser un analfabeto redondo y asolerado que un beato de la cultura. Cultiva la curiosidad. La araña, que carece de esta, vive en la tela que ella misma urde; la hormiga, por contra, va a todos lados, pero no hace más que tantear ciegamente sin dar con nada; la abeja, sin embargo, vive en el mundo, pero destila su propia miel. Sé como la abeja.
7. Cincela tu carácter. Eliminar la materia mostrenca y las aristas es, además de una dura brega, una tarea escultórica. Quienes la rehúyen lucen como cantos rodaos, pétreos, uniformes y desgastados por la vida. Opón disciplina a anarquía y contención a incontinencia. Recuerda que es mejor la inocencia tardía que la lucidez extemporánea. Trueca las servidumbres de la grey por un sensato esprit de corps. No seas llorica. ¿Quieres ligereza? Afiánzate en tus zapatos. El carácter es más fuerte que la fortuna. Por eso unos malbaratan su suerte, por próspera que sea, y otros liban el más dulce néctar de los sinsabores más amargos.
8. No busques la felicidad. Supone fiarlo todo a algo que viene de fuera; el gozo que entra vuelve a salir. Lo dice Séneca en una de sus Cartas a Lucilio. Cosa bien distinta es lo que los latinos llamaron beatitudo y los griegos, makariotes. Esta alegría dichosa se ubica en el tiempo, pero también fuera de él. Los dioses, makarioi por definición, habitan un presente dichoso que resulta inasequible para quien vive aferrado a la «rabiosa actualidad». Conque arrumba el nunc fluens, el ahora huidizo que todo lo añeja y todo lo deteriora, y elige el nunc stans que, afianzado en el pasado y mirante al futuro, aunque sin verse atado por aquel ni proyectado por este, remite siempre a la eternidad. Columbra esos momentos dignos de ser alargados («detente, instante, eres tan hermoso», imploraba Fausto) y detendrás el goteo de la clepsidra. Si por eternidad entendemos intemporalidad, dice Wittgenstein en el Tractatus, vive eternamente quien vive en el presente.