Vox y la política de la identidad
«El gran auge de Vox guarda relación directa con el procés independentista. Y de esa ingenuidad tan nociva de creer que un nacionalismo se gana con otro nacionalismo»
«El hombre no viola, viola un violador; el hombre no mata, mata un asesino; el hombre no maltrata, maltrata un maltratador; y el hombre no humilla, humilla un cobarde». Esta frase fue formulada por Macarena Olona, diputada de Vox[contexto id=»381728″] en el Congreso, el 24 de junio de 2020. Eran unas palabras sensatas y uno siempre debe estar al lado de las palabras sensatas independientemente de quien las diga. Aunque, a veces, en nombre de la tribu se nos olvide que en el funcionamiento de la democracia liberal debe primar el cómo por encima del quién.
Estas palabras de Olona, sin embargo, caen en saco roto desde el momento en que la formación de Santiago Abascal abraza la política de la identidad. No contra los hombres o los ricos –que para eso ya está Unidas Podemos o la CUP- pero sí contra los llamados menores extranjeros no acompañados.
El gran auge de Vox guarda relación directa con el procés independentista. Y de esa ingenuidad tan nociva de creer que un nacionalismo se gana con otro nacionalismo. Cuando al final, todo nacionalismo acaba siendo como dos grupos de monos enfrentados desde distintos árboles.
La desventaja con la que parte Vox es que hoy en día es muy fácil identificar un acto de xenofobia contra inmigrantes. Como antes contra los judíos. Donde parece que hay que hacer un esfuerzo inmenso es en el otro lado de la sabana. En los que no vacunan a todo un grupo –las fuerzas y cuerpos del Estado– sin que a apenas a nadie se le enciendan las alarmas.