Los motivos de Biden
«Biden ha llegado a declarar muerto el mantra de la trickle-down economic imperante desde los 80 del siglo pasado, y se ha atrevido, en consecuencia, a proponer subidas de impuestos a los que más tienen para frenar una desigualdad que explica demasiadas cosas en la inestabilidad social y política de las democracias»
En estas últimas semanas nos hemos habituado a que el presidente de Estados Unidos, Joseph Biden, haga anuncios que sorprenden por su ambición, precisamente cuando su trayectoria ha estado marcada –y ha sido en muchas ocasiones criticada– por representar lo contrario. Así ha sucedido con sus milmillonarios planes de estímulo económico post-pandemia, de renovación de infraestructuras y de protección social. A todo ello sumó antes de ayer su opinión favorable a que se suspendieran las patentes de las vacunas contra la Covid-19, una posición que llevó a caídas en bolsa a las distintas empresas que las producen y comercializan. La sorpresa ha llevado a alguno a cubanizar su nombre y tratarlo de camarada José Bidón. Esto podía esperarse de Sanders, pero no de Biden. ¿Qué ha ocurrido?
Ha ocurrido una pandemia, en primer lugar. Y otra serie de transformaciones previas –tecnológicas, geopolíticas y económicas– que han llevado a la Casa Blanca ha renovar los marcos teóricos y las políticas públicas con las que se afronta una realidad compleja. Biden ha llegado a declarar muerto el mantra de la trickle-down economic imperante desde los 80 del siglo pasado, y se ha atrevido, en consecuencia, a proponer subidas de impuestos a los que más tienen para frenar una desigualdad que explica demasiadas cosas en la inestabilidad social y política de las democracias. Es ahí, en esas cuestiones de fondo donde hay que buscar las razones del cambio de parecer de Biden, quien, de momento, está sabiendo utilizar a su favor su supuesta incoherencia. Como ha escrito el analista Ramón González Férriz en su artículo ‘Si quiere hacer algo radical, sea un moderado’, el presidente de Estados Unidos «está implementando unas medidas económicas transformadoras que habrían sido rechazadas si las hubiera propuesto alguien sin su fama de centrista».
Sin embargo, junto a las razones estructurales de la realidad que han conducido a ese nuevo diagnóstico, cabe preguntarse por otras más azarosas y coyunturales: el de la edad y la biografía de Biden. Que nuestras experiencias ahorman nuestra mirada y parecer, está fuera de duda. Algo que en el actual inquilino de la Casa Blanca se une a una edad en la que se suele estar más pendiente del legado y con las ambiciones más que colmadas. Biden perdió a su mujer y a su bebé, crió a sus hijos solo, volvió a casarse y, posteriormente, uno de esos niños, Beau, murió de cáncer con 47 años cuando él era vicepresidente del país. No es difícil imaginar a Biden como una persona sensible a todos los asuntos que ahora intenta sacar adelante en su país, empezando por la universalización de la sanidad y la extensión de un Estado de bienestar razonable. Que antes no hubiera tenido el arrojo para proponerlo era comprensible en la medida en que se interponían otros objetivos y ambiciones que le forzaban a negociar con la realidad, entre ellos, su insistencia en llegar a la Casa Blanca.
Ansiedades que han desaparecido una vez sentado en el Despacho Oval con 78 años y una improbable reelección, y que lejos de hacer de él un «pato cojo», le liberan para tomar las decisiones que, seguramente, siempre quiso tomar. Frente a unos niños realistas, unos jóvenes idealistas y unos adultos realistas, Goethe veía a los ancianos como seres místicos, y algo de eso hay en las imágenes habituales de Biden rezando solo en alguna iglesia de Washington DC o Delaware. Junto a las razones que impone la realidad, cuentan también los motivos de Biden.