THE OBJECTIVE
Aloma Rodríguez

La triste vida del chico más guapo del mundo

«Andrésen tiene una barba y una melena blancas y largas, tiene 66 años aunque aparenta casi 80, sigue siendo delgadísimo y cuesta más verle la fragilidad en la mirada, pero algo sigue ahí»

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La triste vida del chico más guapo del mundo

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Era rubio, tenía los ojos grises, «del color del agua», como había escrito Thomas Mann y como buscaba Luchino Visconti, al que la novela Muerte en Venecia había atrapado al director y en cuya adaptación cinematográfica estaba trabajando. Iba a rodarse en el Lido, en Venecia, y Visconti andaba buscando a Tadzio por media Europa y lo encontró en Estocolmo. En El chico más bello del mundo, los cineastas Kristina Lindström y Kristian Petri cuentan la historia de Björn Andrésen, quien le prestó esos cabellos rubios y esos ojos grises al Tadzio de Visconti.

La película forma parte de la programación del Atlántida Film Festival y está disponible en Filmin. Recuperan metraje de un documental del propio Visconti, Alla ricerca di Tadzio (1970), y se oye a Visconti decir primero que recuerda perfectamente que fue el sexto chico que vio en Estocolmo, aunque en la rueda de prensa de Cannes dice que fue el quinto. Andrésen ni siquiera quería ir a ese casting en realidad, y Muerte en Venecia no fue su primera película, sino A Swedish love story, el debut de Roy Anderson, como señaló Peter Bradshaw en The Guardian. Durante el rodaje, Visconti protegió a Andrésen, pero en Cannes empezó la pesadilla: lo convirtió en «el chico más guapo del mundo», y le colgó una pesada losa cuyas consecuencias asoman en este perfil que puede leerse también como un relato del peligro de la fama. Es un retrato del hombre que es hoy Andrésen, comienza en el casting en Estocolmo, en el que Visconti le pide inmediatamente que se quite la camiseta, y de ahí va al piso de Andrésen hoy, al borde del desahucio por tenerlo descuidado.

El rodaje de El chico más bello del mundo se alargó cinco años, durante los que los cineastas acompañaron a Andrésen, lo siguieron con su cámara a todas partes, lo llevaron a los lugares fundamentales de su historia: de Estocolmo al Lido pasando por Japón o París, en busca de los rastros de quien fuera Tadzio. Y poco a poco se va descubriendo el drama de la vida de Andrésen antes y después de Muerte en Venecia; la madre muerta (antes); el alcoholismo, entre otras cosas, (después). Lindström y Petri ruedan a Andrésen leyendo el atestado policial redactado cuando encontraron el cadáver de su madre. La madre, Barbro Élisabeth Andrésen, era escritora, pintora, «un alma bohemia». Un texto suyo aparece dos veces en la película: «He dado todo lo que tenía. No he guardado nada por lo que vivir. Por eso me vuelvo cada vez más invisible. Pero no voy a morir. Lo que queda: una puerta».

Andrésen tiene una barba y una melena blancas y largas, tiene 66 años aunque aparenta casi 80, sigue siendo delgadísimo y cuesta más verle la fragilidad en la mirada, pero algo sigue ahí. La segunda vez que se oye el texto de la madre es en su voz, como en una especie de sortilegio, caminando en la playa de Lido.

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