La derecha que se agota
«Una de las claves del que podría ser un cambio en los marcos ideológicos a nivel mundial es precisamente la enorme producción de ideas típicamente progresistas que han acompañado a los acontecimientos de los últimos años»
Quizás es apresurado vaticinar qué supone la victoria de los progresistas en Alemania, sin embargo, sí asienta algunas tendencias. La primera es que triunfan los partidos sistémicos capaces de responder con proyectos ideológicos amplios; caen quienes fían su éxito a nichos concretos o al vacío del odio. La segunda es que la socialdemocracia se consolida como respuesta a los problemas de una época cuya máxima es la incertidumbre. Este fenómeno no es nuevo -tampoco general- pero especialmente los últimos dos años, marcados por la terrible pandemia, han dado cuenta de que la única estrategia posible a los retos que nos plantea el mundo que viene es la cooperación mutua y la solidaridad.
Como decía, encontramos precedentes más allá de Alemania: la victoria de Joe Biden en EEUU, los acuerdos sobre fiscalidad global del G7, la escalada de victorias de la izquierda en Europa e incluso acontecimientos paradigmáticos como el reciente éxito en Berlín de la consulta sobre la expropiación de vivienda explican que Occidente se inclina por reconstruir sus basamentos sobre las ideas de convivencia y respeto. Este ha sido el éxito de Scholz, un líder sobrio que se ha llevado el gato al agua a base de moderación y hablando de valores democráticos. No es baladí porque el que parece que a todas luces liderará pronto el Bundestag alemán se enfrenta a una etapa marcada por la redefinición de Europa -especialmente del sur-, por las relaciones con países como EEUU o China o por la crisis sanitaria. En este sentido, resulta también esperanzador ver como la fuerza liberal sigue señalando sin ambages que formará parte del cordón sanitario que alejará a la extrema derecha del gobierno.
Sin duda, una de las claves del que podría ser un cambio en los marcos ideológicos a nivel mundial es precisamente la enorme producción de ideas típicamente progresistas que han acompañado a los acontecimientos de los últimos años. Academia, sociedad civil, partidos políticos y otros muchos espacios de comunicación y reflexión se han afanado en plantear alternativas ante la evidencia de que no es posible afrontar una pandemia, la crisis climática[contexto id=»381816″] o las relaciones internacionales actuales desde los planteamientos políticos neoliberales que imperaban antes. Al verse agotado un ciclo, la realidad nos demuestra que propuestas típicamente asociadas al socialismo como la necesidad de un reparto justo de la riqueza son hoy asumidas como objetivos globales inapelables.
Expuesto lo anterior, resulta curioso que aún haya quienes pretendan seguir insistiendo en la idea de que los socialdemócratas han agotado su espacio. Con toda la crítica que merezcan, parece evidente que cotizan al alza en el mercado mundial de la política. Mientras la derecha sigue obsesionada con crear artefactos ideológicos tendentes a señalar las grietas de la izquierda u ofreciendo nostalgia reaccionaria frente a la ya mencionada incertidumbre, las sociedades occidentales están más cerca de decidir apostando por un futuro mejor que aferrándose al pasado. En definitiva, estamos ante la constante de una izquierda que gana aspirando a construir proyectos amplios, propositivos y respetuosos mientras el espectro derecha camufla sus carencias teorizando contra la ficha que avanza cada vez más lejos en el tablero internacional: conservadores y liberales parecen ya un conciliábulo empeñado en escrutar al adversario mientras se desvela incapaz de dar la batalla por las ideas.