Vulnerables
«Europa se encuentra atrapada entre el desafío de transformar su economía hacia fuentes de energía más limpias, su dependencia energética en las importaciones y la competencia de China e India en la demanda de fuentes de energía más verdes»
Si Aukus, el acuerdo de EEUU, Australia y el Reino Unido para frenar la hegemonía china en la región del Pacífico, puso en evidencia la creciente irrelevancia de Europa, la crisis energética que hoy vive el continente y que amenaza con frenar en seco la recuperación ha demostrado su enorme vulnerabilidad. Depende de la importación de energía, sobre todo gas. Y sus suministradores son países tan poco fiables como la Rusia del maquinador Putin o la políticamente inestable Argelia. De forma que lo deseable para Europa es acelerar el cambio hacia las energías renovables para lograr cuanto antes la independencia energética de la que ahora carece. En el proceso, sin embargo, corre el riesgo de perder el apoyo ciudadano si los consumidores identifican la escalada de precios con esa transición.
La acería vasca Sidenor parará su producción durante 20 días tras cuadruplicarse su factura eléctrica. Es sólo un aviso de lo que está por venir si no se soluciona la crisis energética. Interrumpir la actividad, ajustes en la plantilla o incluso el cierre de empresas cuyos costes están fuertemente vinculados a la factura energética. Y de nuevo, la salida de la crisis provocada por la pandemia se les escurre de las manos a los Gobiernos y bancos centrales a pesar de todo el dopaje que se ha inyectado a la economía.
El recibo de la luz de los hogares ha subido un 75% en un año. El precio del gas natural se ha quintuplicado en ese mismo periodo de tiempo. Los costes del transporte marítimo han subido un 328%. Las materias primas se han encarecido de media cerca de un 30%. La presión para trasladar esas subidas a los productos finales no cesa. Y si el poder adquisitivo de los trabajadores se sigue resintiendo, lo previsible e inevitable es que haya un aumento salarial. La inflación, ese impuesto indiscriminado que se sitúa ahora por encima del 4% en España y cerca del 5% en Alemania, habrá entonces venido para quedarse.
¿Es la subida de los precios de la energía un fenómeno temporal o un responde a razones estructurales? Algunas decisiones relacionadas con la transición energética hacia fuentes más limpias de energía y la excesiva dependencia europea en la importación de gas natural explican gran parte del encarecimiento de la factura eléctrica. La escasez en la oferta de gas y el crecimiento de la demanda por parte de gigantes como China o la India, embarcados también en la transición hacia energías más limpias, ha disparado su precio. Y la llegada del invierno, con la bajada de las temperaturas y los días más cortos, sólo aumentará la presión sobre los precios.
Los principales suministradores de gas de la UE son Rusia en Europa central y del Norte, sobre todo Alemania, y Argelia, pasando por Marruecos, en el caso de España y Portugal. El resto llega vía cargamentos marítimos. Pero ahora Europa compite con las dos potencias asiáticas para recibirlos. El riesgo ahora es que la gran apuesta de la UE hacia una economía verde, a la que se van a destinar una parte importante del paquete de recuperación Next Generation de 750.000 millones de euros, quede diluida si los consumidores identifican las subidas de precio con esa transición. Los gobiernos carecerán entonces del apoyo ciudadano necesario para que Europa logre una mayor independencia energética a partir del uso de las energías renovables.
La tensión entre estas dos dinámicas: la dependencia de las importaciones de gas, con el invierno encima, y la determinación de tener autonomía energética ya ha provocado el primer enfrentamiento entre los tres partidos que formarán el Gobierno de coalición en Alemania: socialdemócratas, liberales y verdes. Los primeros se enfrentan al partido ecologista que se opone a abrir el gaseoducto que cruza el Mar Báltico tal y como pactó el Gobierno de Merkel en julio y reniegan del que atraviesa Ucrania por quitar independencia al Gobierno alemán para tomar medidas contra los abusos rusos en ese país. Creen que Rusia ha manipulado la oferta de gas para encarecer los precios y forzar así el uso de la instalación.
De forma que la necesidad de prolongar el uso de la energía nuclear vuelve a estar en el debate. The Economist se preguntaba hace un mes si esta transición verde para lograr cero emisiones en 2050 sería posible sin el uso de la energía nuclear, que ahora representa el 26% del consumo energético. A la vista del encarecimiento imparable de los precios, muchos países miembros con instalaciones nucleares, con Francia a la cabeza, cuya producción sirve para abastecer el 70% de su consumo eléctrico, han descartado sus planes para reducir su producción y desmantelar sus centrales, como se ha comprometido a hacer Alemania.
Europa se encuentra atrapada entre el desafío de transformar su economía hacia fuentes de energía más limpias, su dependencia energética en las importaciones y la competencia de China e India en la demanda de fuentes de energía más verdes. De poco servirán los estímulos monetarios y fiscales si se agudiza la crisis energética. El generoso acuerdo para La unión ha estado a la altura a la hora de dar una respuesta a la crisis del coronavirus, diametralmente opuesta al austericidio que prolongó cinco años la crisis financiera del 2008: el mayor estímulo fiscal desde la II Guerra Mundial y la emisión de deuda soberana común por primera vez en sus 70 años de historia. ¿Estará a la altura para hacer frente a este nuevo desafío? La opción de que cada país miembro vaya por su lado podría mandar al traste la esperada transición ecológica y prolongar una indeseable dependencia energética que la hace preocupantemente vulnerable.