Crónica de una traición anunciada
«Sánchez comienza ya a preparar su próxima navajada trapera y, esta vez tendrá como objetivo los recios hijares del Partido Nacionalista Vasco»
Si siguiendo a los clásicos convenimos en que la traición es una de las bellas artes en política, no nos quedará más remedio que reconocer que Pedro Sánchez es el Picasso de esta disciplina.
Y es que a pesar de que sus exégetas se empeñen en presentárnoslo como un nuevo Aquiles, el de los pies ligeros, hijo de Tetis y Peleo y educado por el centauro Quirón, un semidiós cuyo principal superpoder es su indómita resistencia, la única constante en la trayectoria del inquilino de Moncloa es su homérica capacidad para la traición aderezada siempre con una refinada crueldad en el ejercicio de la misma.
La única lealtad de Sánchez es consigo mismo y es un compromiso tan sólido e inquebrantable que es capaz de abdicar de cualquier acuerdo previo al que haya podido llegar con tal de hacer honor a esa elevada adhesión que profesa a su propia persona.
Así lo pueden atestiguar todos los cadáveres políticos cuyos miembros sangrantes ha dejado desparramados en las cunetas de su camino hacia el poder, desde sus primeros apoyos en las primarias del PSOE hasta los ministros carbonizados en defensa de su persona, pasando por el nigromante de Aliexpress a quien confió su gabinete o su mano derecha en el PSOE, ya saben, ese señor de Valencia entrado en kilos que, a pesar de los múltiples y oscuros servicios prestados, se enteró por la prensa de que había sido cesado. Una verdadera legión de damnificados que, de juntarse, podría llenar las gradas del estadio Santiago Bernabéu.
Imaginen el virtuosismo que atesora nuestro presidente del Gobierno en la exigente disciplina de la deslealtad que ha sido incluso capaz de hacerle la trece-catorce a Netflix. Ya saben, el gigante norteamericano del streaming a quien le prometió el oro y el moro en su visita a California y que tras el último apretón de ERC al PSOE en la negociación de los presupuestos se ha encontrado con que Sánchez no solo no respeta lo acordado, sino que además quiere obligarles a producir sus contenidos en todos los idiomas que Gabriel Rufián disponga.
Pero como nada de esto es suficiente para un atleta olímpico de la traición en serie como nuestro primer ministro, Sánchez comienza ya a preparar su próxima navajada trapera, y esta vez tendrá como objetivo los recios hijares del Partido Nacionalista Vasco, nada menos.
Como sin duda saben, a falta en nuestro país de un partido bisagra que pueda complementar las mayorías progresistas y conservadoras, de un FDP alemán a la española, el PNV ha asumido este papel de forma intermitente y eficaz permitiendo investiduras y llegando a pactos de legislatura tanto con socialistas como con populares, siempre a cambio de sustanciosas contrapartidas, como no puede ser de otra forma. Un papel muy conveniente para el PNV, que en los últimos años gobierna en Euskadi a cuerpo de rey gracias a un acomodado PSE-EE-PSOE mientras obtiene sustanciosas prebendas de sus apoyos parlamentarios en Madrid.
Pero al parecer este pacto con los jeltzales no satisface ya demasiado a Sánchez, que de forma muy poco disimulada ha comenzado a dar pasos inequívocos para jubilarles al frente del Gobierno vasco.
Esa es la única explicación posible al nombramiento del guipuzcoano Eneko Andueza como nuevo secretario general de los socialistas vascos, un político que en múltiples declaraciones ya ha hablado de que su hoja de ruta pasa por un tripartito de izquierdas a la vasca entre PSOE, Podemos y Bildu que pueda expulsar del poder a sus actuales socios de gobierno, el todopoderoso PNV. Una traición con esteroides, doble tirabuzón y triple de ketchup.
Que se prepare el PNV, Sánchez ya les ha puesto proa y, si su propia supervivencia en la Moncloa lo permite, tras las próximas elecciones van a convertirse en el siguiente cadáver político abandonado en su ya sobrepoblada cuneta en beneficio de Bildu, una coalición mucho más cómoda de engañar y más fácil de manejar que los jelkides por su reciente pasado como soportes políticos de los asesinos de ETA.