THE OBJECTIVE
Jorge San Miguel

El Congreso, o un circo de pulgas

«La petición firmada por los jefes de prensa del ‘bloque gubernamental’ corrobora que los que mandan en el teatro deciden cuándo baja el telón»

Opinión
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El Congreso, o un circo de pulgas

El portavoz parlamentario de ERC, Gabriel Rufián. | EP

El carácter teatral del Congreso no lo ha inventado Sánchez ni lo vamos a descubrir ahora. Los parlamentos eran representaciones también en ese sentido muchos siglos antes del infotainment y de las payasadas de un Rufián. Tampoco es casual que la Revolución francesa diese papel político a actores como el siniestro Collot d’Herbois. Si la política es comunicación pública, ¿qué tiene de raro que los políticos, de Reagan a Pablo Iglesias, sean antes comunicadores? Esta era demótica, se diría, simplemente ha rebajado el estilo y ha subido los decibelios.

Con todo, en España ha pasado algo más en los últimos años. No es ya que el Congreso sea un teatro, sino que sólo es un teatro. Las legislaturas perdidas, la parálisis legislativa, la imposición de la «legislación motorizada» sin deliberación, la paradoja (aparente) de que la ruptura del sistema de partidos no ha propiciado geometrías de acuerdo más variadas y complejas sino un aumento exponencial de los costes de pactar entre bloques; y, últimamente, la amenaza de una constelación de partidos provinciales sin programa común, a sumar a los ya existentes nacionalistas y secesionistas; todo ha conspirado para que el Congreso sea una cámara de ratificación y, antes que nada, un plató.

En estas condiciones, la calidad y sobre todo el «impacto» del espectáculo es lo que cuenta. La petición que este miércoles firmaron los jefes de prensa del «bloque gubernamental» del Congreso sólo viene a corroborar dos cosas: una, banal, que la mayoría parlamentaria de la censura de 2018 es la única que opera a efectos reales en el parlamento desde entonces; la segunda -tampoco exactamente un arcano-, que si la representación es sólo espectáculo sin deliberación, los que mandan en el teatro deciden cuándo baja el telón -o al menos pretenden, no sin motivo, decidirlo-.

Podríamos volver a desgranar las protestas democráticas que han inundado el país desde 2011 y antes; las querellas sobre plasmas, rendición de cuentas, leyes electorales. Los golpes en el pecho sobre el papel de la prensa y la amenaza de los «iliberalismos». Pero lo sustancial no es la hipocresía; lo sustancial nunca es la hipocresía, como no puede serlo el aire que respiramos. Más importante es saber si el Parlamento va a tener alguna función en la política española de los próximos años aparte de la de teatro o circo de pulgas, más allá de la de sede de canutazos y dúplex; y, en caso contrario, qué piensan hacer los partidos que aún creen que la vía parlamentaria es la natural en un régimen representativo. Aunque, claro, igual la pregunta primera es si vamos a seguir siendo eso, o más bien otra cosa. Ejemplos de la mutación hemos tenido ya en algún rincón de España en estos años.

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