Problemones de Sánchez
«A Sánchez solo le faltó dar a los fallecidos las gracias por palmarla. Por España y por su presidente»
El gobierno necesitaba un empujoncito para mejorar España y parece ser que la pandemia se lo ha dado. Así lo dijo Sánchez y solo le faltó dar a los fallecidos las gracias por palmarla. Por España y por su presidente.
Las declaraciones de Sánchez me han recordado a ese capítulo de The West Wing donde ante una crisis política que hace olvidar, momentáneamente, la enfermedad que el presidente había escondido a la opinión pública, la portavoz declara que el presidente se siente «aliviado de poder centrarse en lo que de verdad importa». Allí, claro, las declaraciones son un desliz y desatan un escándalo nacional, mientras que aquí, siendo premeditadas y de teleprompter, no pasan de lamentable anécdota recogida en algún triste artículo. Pero ellos tenían a Sorkin y nosotros, por no tener, no tenemos ni a Iván Redondo.
Aunque la memoria es caprichosa, lo de Sánchez se parece algo más a ese viejo chiste en el que algún homólogo suyo proclama, orgulloso y eufórico como él mismo, que «cuando llegamos al gobierno, el país estaba al borde del precipicio. Ahora hemos dado un paso adelante».
Quizás porque en nuestra política, como en la vida misma, el progreso que conlleva cada paso adelante es cuanto menos relativo. Y así lo hemos visto en todos y cada uno de los pasos, firmes, decididos, informados y guiados siempre por la ciencia y el interés público, que ha ido tomando el presidente o el Gobierno o las comunidades según convenía, en la lucha contra el covid. El último, este de rebajar las cuarentenas en casa -que sirven de algo- y aumentar las mascarillas por la calle -que no sirven de nada-, que se supone que se da para no dañar todavía más la economía y la salud mental de los españoles.
Por la economía solo no será, claro. Porque sabemos, desde el principio de la pandemia, que la economía sólo le preocupa a Ayuso y a los asquerosos ricos. Este Gobierno ha priorizado la salud durante toda la crisis y lo seguirá haciendo ahora con la salud mental. Porque la salud mental es uno de esos problemones que para nosotros son el peor de los dramas pero, para el Gobierno, la mejor de las excusas. Es uno de esos problemas que son tan difíciles de medir y tan difíciles de resolver que no piden soluciones sino buenas intenciones.
Para luchar contra la pandemia de la salud mental basta con mucha comprensión, empatía, acompañamiento y una nueva partida presupuestaria cuando convenga que con suerte nos pagarán entre Bruselas, la deuda pública y la inflación.
Con la salud mental pasa como con la violencia de género, que nunca había recibido tanto presupuesto público y que nunca, y según presumen ellos mismos, había estado peor. Y, añadiré con un cinismo que no es tan mío como suyo, lo mismo da. Porque es mentira y porque de lo que se trata no es de solucionar el problema sino de insistir en existencia (perenne, claro, que prometer plazos de resolución poco realistas es cosa de rufianes). Y porque mientras exista el problema, como el covid, por cierto, se justifican por sí solas las medidas excepcionales y se excusan por sí solos los excesos y las injusticias que de buena fe, siempre de buena fe, puedan cometerse. No se trata de curarnos, sino de convencernos de que estamos enfermos y necesitamos su empatía, su ayuda y su guía.
Cuando se trata de «hacer política» para el Gobierno nuestros mayores problemas son, como decía aquel «a good servant but a bad master». Que quiere decir que nuestros problemas, incluso los más profundos e importantes, son problemas del Gobierno cuando sirven a su propaganda pero no cuando pretenden marcarle la agenda.