Soberanías y soberanas tonterías
«La UE prolonga demasiado su momento actual en que no es ni carne ni pescado. No se decide a convertirse rápidamente en un Estado continente en aspectos cruciales»
2022 será otro año crucial para la UE, que es tanto como decir para el futuro de los españoles en cuanto a sus niveles de prosperidad y libertad, así como para el resto de los ciudadanos europeos (incluso para los que no están en la UE). Repetiré mi teoría de que la globalización, de muy difícil e indeseable marcha atrás, en sus aspectos políticos está y estará ahormada por relaciones de poder a nivel internacional que mantendrán Estados-continente.
La globalización, hoy en día, se ve enormemente potenciada, si comparamos con otras épocas de la historia, por el explosivo crecimiento de los avances tecnológicos y su rapidísima difusión, por la mucha mayor facilidad de desplazamiento de los factores de producción… y de la información, por la facilidad absoluta de los transportes, por la facilísima movilidad de ingentes volúmenes de capital, público y privado y por una gran libertad de comercio a nivel mundial, entre otros factores. Todos esos aspectos planetarios, que simplificaré considerándolos técnicos, evidentemente se enmarcan en unas reglas, de jure o de facto, en unas prácticas, en unos intentos de encauzamiento que reflejan el deseo y la obligación de los gobernantes de las distintas polis de adaptarlos a la mejora del pueblo que compone su polis. Si los escépticos creen que algunos, o muchos, gobernantes pretenden adaptarlos a sus intereses personales de poder o lucro, no lo discutiré aquí, pues es irrelevante a los efectos del argumento. Porque el caso es que para tener el suficiente poder para encauzar los movimientos casi telúricos, y, a la vez, proteger un modo de vida y de prosperidad, hoy en día, me parece claro que hay que poder negociar y encontrar equilibrios no lesivos desde una posición de fuerza relativa. Y eso exige hogaño, y como poco, una importante masa crítica de ciudadanos unidos en un proyecto, un mercado interno muy grande para poder replegarse cuando vienen mal dadas, un altísimo nivel de capacidad de Defensa y de seguridad, una integración de esfuerzos en investigación básica y una capacidad de utilización u orientación de ingentes cantidades financieras. Por eso creo que llevamos ya un rato pequeño, pero para largo rato, en el que el bienestar y la emancipación de los ciudadanos dependen de las relaciones de fuerza de los Estados-continente. EEUU, China, Rusia, tal vez Japón, hoy, pronto India, Brasil, ojalá un día Sudáfrica, Australo-Nuevazelanda son los destinados a cortar el bacalao… y condicionar nuestras vidas.
¿Y la Europa de la UE? Pues ahí está el problema. La UE prolonga demasiado su momento actual en que no es ni carne ni pescado. No se decide a convertirse rápidamente en un Estado continente en aspectos cruciales, y cada vez más se oyen voces que prefieren convertirla en una especie de archipiélago de pequeños estados irrelevantes y sometidos a distintos protectorados, muy dignos ellos, eso sí. En esa encrucijada sigue la UE en 2022 con el lastre de que ya llega tarde para tomar las decisiones correctas. Y aquí deja perplejo el argumento de algunos que pretenden dinamitar la UE por dentro para recuperar «soberanía nacional».
¿Qué soberanía? Seamos serios, si Europa no integra muchísimo más algunas políticas claves como la económica, la de seguridad, la política internacional, la de fronteras europeas, la de inmigración, la militar, la de investigación, la energética, la de grandes infraestructuras continentales, etc… las grandes decisiones que condicionan nuestras vidas, nuestra vida cotidiana, se tomarán muy pronto sólo en Washington, Beijing y Moscú. Soberanía cero. En cambio si se toman desde la UE en una posición de fuerza negociadora, estamos presentes e influimos. ¿Que eso supone compartir soberanía? Por supuesto. Pero compartirla es mantenerla. Citemos un ejemplo: La UE en sí, y cualquiera de sus naciones, es «de facto», un protectorado militar con todo lo que ello supone de sumisión y dependencia (falta de soberanía) de la protección interesada de una gran potencia. Si queremos garantizar nuestro modo de vida como europeos y protegerlo, no nos engañemos, necesitamos urgentemente un poderoso ejército (¡Y una poderosa Armada!) a nivel europeo, con puesta en común de nuestras finanzas, nuestra investigación, con mando único, etc…Un ejército continental integral. ¿Supone compartir, «ergo» ceder, soberanía? Por supuesto que sí, ya que nuestras tropas pueden depender de un jefe de Estado Mayor letón, por ejemplo. Pero siempre hay la posibilidad de que sea un español, y, de cualquier forma, seguro que muchos altos mandos serán españoles, y que las decisiones sobre el uso de ese ejército se tomarán con la participación activa de muchos políticos y militares europeo-españoles. Con relación a la situación actual, eso supone ganar soberanía. Igual que si existiese un auténtico Ministro de Exteriores de la UE, sería español en este momento. Dicho de otra manera para rematar, los que abogan por «recuperar» una soberanía perdida se creen que tienen una soberanía que no tienen, y es error peligroso de cara al futuro de los ciudadanos europeos y españoles.
Pero dicho esto, también es necesario constatar que el Parlamento y la Comisión de la UE también cometen en estos momentos una soberana tontería, a mi juicio, que impide avanzar en la urgente necesidad de potenciar políticas e instituciones europeas supranacionales. Afortunadamente, un organismo tan nefasto como el Consejo Europeo, frena a menudo esa tontería. Esta consiste en meterse donde no les llaman e intentar imponer cambios o rechazos o desarraigo en aspectos culturales, en tradiciones, o incluso en aspectos morales que son patrimonio inalienable y evolutivo de los ciudadanos de las distintas naciones y cuya diversidad la UE debe respetar. Al hacer esto las instituciones de la UE provocan un rechazo creciente en muchos ciudadanos que ven perder su soberanía, precisamente, en lo que nunca van a aceptar perder, su cultura particular y su particular cosmovisión moral del presente. Observemos, por ejemplo, como en USA un ejército común integrado, una política económica central, el FBI, la CIA, un Secretario de Estado protegen y potencian eficazmente la vida de los norteamericanos sin discusión, y eso convive con que cada Estado tiene legislaciones distintas sobre la pena de muerte, o el aborto, o el consumo de tabaco…La UE, por supuesto, es una comunidad de valores marco como la democracia, la separación de poderes, los derechos humanos, la no discriminación, la economía de mercado, la cohesión social, etc…(por cierto, el rechazo a la pena de muerte es ya un valor global admitido y exigido en la UE, y bien está, para que no se me malinterprete). Pero su implementación tiene matices en cada Estado y sobre todo, existen aspectos que no entran en la jurisdicción de la UE. Dicho de otro modo, la UE no tiene tarea en el tratamiento de la tauromaquia en España, Francia ni Portugal, ni en las leyes particulares sobre el aborto de cada Estado. Así de claro. Porque si no, la ciudadanía se sentirá agredida, legítimamente, y se distanciará de la integración salvífica e indispensable.
En 2022, empezando con la presidencia francesa, la UE debe darse prisa en combatir las soberanas tonterías que le impiden avanzar, por el bien del futuro de todos.