THE OBJECTIVE
Antonio Caño

De interés general

«El problema de fondo aquí radica en qué es lo que Garzón y la izquierda entienden por servicio al país o interés general»

Opinión
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De interés general

El ministro de Consumo, Alberto Garzón. | Lola Pineda (Europa Press)

No tengo dudas de la buena voluntad de Alberto Garzón al criticar en The Guardian la existencia de macrogranjas en las que, según dice, se maltrata a los animales y se produce carne de mala calidad. Tampoco cuestiono la honestidad de los seguidores que han salido en su defensa, incrédulos ante el rechazo que la denuncia aparentemente cierta del ministro provocó en una parte de la opinión pública. Estoy convencido de que tanto uno como los otros entienden que, con sus palabras, hizo un gran servicio al país. Por eso, el propio Garzón salió posteriormente a ratificarlas y a recordar que había hablado como el ministro del Gobierno que es.

El problema de fondo aquí radica en qué es lo que Garzón, sus seguidores, la izquierda que representa y gran parte del Gobierno al que pertenece entienden por servicio al país o interés general. Y ahí es donde sí sospecho que el ministro y los suyos confunden la defensa de los intereses nacionales con los de su propia ideología, cuando, en realidad, muchas veces es justamente lo contrario.

Esto no es un alegato a favor de que los políticos traicionen sus ideas o incumplan sus programas. Al contrario, los principios han de ser un punto de referencia constante en la gestión política y los programas de Gobierno deberían merecer más atención por parte de los votantes y más respeto de quienes los presentan. Pero, quien decide dedicar su vida al servicio público y recibe el respaldo de los electores para hacerlo no puede regirse por un principio superior que el de los intereses de la mayoría de los ciudadanos a los que sirve, incluidos aquellos que, no sólo piensan diferente, sino que actúan en espacios vitales diametralmente opuestos, siempre que sea dentro de la ley. Es decir, que Garzón, como ministro, también tiene que defender los intereses de los fumadores, de quienes producen y compran juguetes bélicos y, por supuesto, de los dueños de las macrogranjas y de los consumidores de su, quizá mala, pero asequible carne. Otra cosa es que, acorde con el mandato obtenido en las urnas, el político en cuestión propicie los cambios necesarios para que la situación evolucione de acuerdo al programa prometido en la forma menos dañina para todos. Y hablar en un medio de comunicación de «la mala carne» que algunos producen en España, simplemente por que eso sea tal vez un hecho cierto, hace daño a todos -también a los que producen buena carne, porque se devalúa el producto en general- sin producir beneficios para nadie. Por eso, la famosa declaración de Garzón es una afirmación irresponsable y contraria a los intereses nacionales. ¿Alguien puede imaginar al ministro de Transportes o Turismo explicar en un medio extranjero que en España quedan carreteras comarcales en las que el riesgo de accidentes es muy alto? Puestos a contar verdades, que explique el ministro de Justicia en The New York Times la lentitud del sistema judicial español, o que la ministra de Defensa exponga en Le Monde el estado de nuestros cuarteles o la verdadera capacidad operativa de nuestra fuerzas armadas. Y, si se trata de defender a toda costa desde el Gobierno la ideología propia, ¿qué sería del aborto o del divorcio cuando volvamos a tener ministros católicos?

No, eso no es defender el interés general, que está por encima y a veces es contrario al interés político o a un ideario determinado. Y una razón por la que cierta izquierda confunde su ideología con el interés nacional es porque no cree en la existencia de esto último. Una cierta izquierda, a la que pertenece Garzón, no cree que existan intereses capaces de aglutinar a una mayoría de españoles, no cree que existan intereses que puedan compartir empresarios y trabajadores, hombres y mujeres, feministas y transgénero, ecologistas y fabricantes de papel, animalistas y cazadores, productores de chuletones orgánicos y de salchichas baratas. Porque esa izquierda entiende la política como un permanente conflicto de suma cero en el que el triunfo de una parte forzosamente requiere la derrota de la otra mitad.

Tema para otro artículo es la pelea que esa misma izquierda tiene con el concepto de España. Si algunos tienen dificultad incluso para pronunciar la palabra España, complicado será que sepan distinguir cuáles son sus intereses e imposible que puedan defenderlos.

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