2022: ¿el fin de la era Sánchez?
«La única y lejana posibilidad que tiene Sánchez de permanecer en el poder es hacer coincidir las generales con las andaluzas»
Pedro Sánchez recibiendo en la Moncloa a Juanma Moreno. | EP
Los ciclos políticos, antaño apacibles meandros durante los cuales un partido alcanzaba su momento de hegemonía y gobernaba dos o tres legislaturas sin grandes contratiempos, han mutado en peligrosas aguas bravas que empujan velozmente a los gobiernos hacia las afiladas rocas de la oposición tras unas cortas, peligrosas y agitadas estancias en el poder.
Tanto es así que tras dos años de un agónico y mendicante ejercicio del poder apoyado en socios muy poco recomendables para su propia supervivencia y -sobre todo- la de su partido, es difícil que el Gobierno de Pedro Sánchez consiga permanecer 12 meses más en el palacio de la Moncloa manteniendo a la vez alguna remota posibilidad de ganar las próximas elecciones. De hecho, mi tesis -apoyada por los elementos que a continuación desgranaré- es que la única y lejana posibilidad que tiene Sánchez de permanecer en el poder es hacer coincidir las elecciones generales con las andaluzas subiéndose a las bravas sobre la convocatoria de Juanma Moreno con la esperanza de convertir estos comicios en unas elecciones nacionales. Y ni siquiera de esta forma estaría garantizada su continuidad.
La primera gran razón para apoyar esta tesis es el extraordinario desgaste que ha sufrido el Gobierno en sus dos años de mandato, un desgaste en el que la pésima gestión de pandemia de la covid-19, un seísmo político cuyas réplicas económicas y sociales explican más cosas que el propio advenimiento de la pandemia, un desgaste que ha ido sedimentando dos efectos electorales enormemente relevantes en un muy corto espacio de tiempo: por un lado, una notable movilización del votante conservador y, por otro, una creciente apatía del votante progresista que, según la encuesta publicada ayer mismo por DB40 para el diario El País, piensa que la gestión de Sánchez no beneficia ni a los desempleados, ni a las personas en riesgo de exclusión social, ni a los pensionistas, ni a los jóvenes, es decir, a sus nichos de voto más relevantes.
Y es que cojamos la encuesta que cojamos, incluido el propio CIS, la percepción ciudadana de la situación económica y política dibuja negros nubarrones sobre una España cómodamente situada en el furgón de cola de los países desarrollados en todas las cifras relacionadas con la recuperación, un sustrato sobre el cual, a pesar de las constantes inyecciones de esteroides marketinianos del Gobierno, será muy difícil que se proyecte cualquier crecimiento demoscópico de los partidos que lo componen.
El segundo gran elemento que constata las dificultades por las que va a pasar Sánchez son las horcas caudinas del calendario electoral, una agenda en la que una vez superadas por parte del Partido Popular las dos bolas de set de las elecciones vascas y catalanas, sus dos peores territorios y aún reciente el bofetón madrileño, lo que aparece en el horizonte son dos comunidades, Castilla y León y Andalucía, en los que la victoria de los populares se da por descontada y que sin duda van a producir un importante efecto arrastre, el conocido y estudiado bandwagon effect que sin duda hinchará las velas populares dejando a Pablo Casado muy cerca de las puertas de la Moncloa.
Pero además hay un tercer componente de consecuencias imprevisibles, que es el nuevo tripartito que comienza a intuirse en Euskadi y del que formarían parte los socialistas con Bildu y Podemos, una conjunción que dejaría al PNV con las manos libres para iniciar una transición sin complejos hacia nuevos pactos tanto autonómicos como a nivel nacional.
Así las cosas, las posibilidades de que Sánchez pueda agotar su mandato con opciones reales de repetir al frente del gobierno se van estrechando cada mes que pasa y vistos los escollos con los que sabe que se va a encontrar, no descarten que tras evaluar los múltiples daños que le van a producir las elecciones castellano leonesas y andaluzas, decida echar un nuevo órdago a grande disolviendo el parlamento el mismo día que Juanma Moreno y convoque elecciones en Andalucía con la esperanza de que los electores andaluces puestos ante la tesitura de votar el mismo día en dos urnas, la nacional y la autonómica, opten -como han hecho en otras ocasiones- por elegir la misma papeleta para ambas.
