Las tetas de Delacroix guiando Eurovisión
«Bienvenidas estas nuevas ubres que guían no sé si al pueblo, pero sí a la audiencia televisiva»
Muchos nos hicimos ilusiones con aquello de «sacando un pecho fuera al puro estilo Delacroix». ¿Una revisión de aquel nipplegate de Janet Jackson pero sin protector de pe*on*s? En lugar de eso, Rigoberta Bandini, en la semifinal del Benidorm Fest, nos regaló un falso desnudo, con su vestido de piel, tras un encomiable plano cenital que daba pie a la culminación de su tema Ay mamá. El clímax, para euforia de la claque eurovisiva, llegó con una inquietante pregunta: «¿No sé por qué dan tanto miedo nuestras tetas?». ¿Dan miedo? Seguida de una certeza que pocos osarán rebatir: «Sin ellas, no habría humanidad ni habría belleza».
Sin tetas no hay paraíso. Entre mis primeras reacciones a la performance de Bandini (con el apoyo extra de su pareja, el ‘guapo’ de Venga Monjas, haciendo cabriolas en el escenario), la de pensar en la posible pléyade de ofendiditas: aquellas que no pudieron ser madres y aquellas que no recibieron el regalo quizá más caro de la naturaleza: un buen par de copas. No obstante, porque tiran más que dos carretas y son el motor del mundo, ya lo sabía Delacroix, la canción superará esas posibles controversias. Escribo esto un viernes 28 de enero, pero vaticino que vencerá en la final del sábado y, con suerte, porque la canción tiene gancho, llegará alto en la final de Eurovisión en Turín, el próximo 14 de mayo.
¿Ridiculez o necesario alegato feminista? ¿Las dos cosas? ¿Ni una ni la otra? Los diversos mentideros redisociales también gastaban su saliva digital en tan contemporáneos debates. ¿Y qué se reivindica exactamente, pregunto a M.? Y M. me contesta que «la mujer». Y, más concretamente, el hecho de ser madre. Con un fondo mamario como de cubierta de El pecho, de Philip Roth, el tema podría ser apropiado por los ahora llamados «neorrancios», grupo que abanderaría la Ana Iris Simón de Feria y sus alegatos Profamilia, pro volver al campo, al pueblo, a la tierra, al útero materno, al pezón lácteo, al carlismo, incluso.
¿Y qué opino yo del tema, en esta columna de opinión? Pues que muy bien, aunque un poco gruesa como reivindicación. Como un ecologista reivindicando la lluvia, un animalista los perros y un sindicalista el trabajo (hecho por otros).
Superado el debate, nos quedaría comentar lo acertado de este nuevo formato de selección eurovisiva, que podría recuperar al público que en su momento tuvo, pues a la generación de los boomers, xennials y protomilénials nada nos interesa menos que Eurovisión. Fue Rosa de España, allá por 2002 (veinte años ya, se dice soon), quien consiguió encandilar a la primera generación de seguidores del certamen, los eurofans, que es como un lobby gay muy compacto y colorido que vive siempre de celebration.
Dicen los que saben que, con este nuevo formato, RTVE deja de secuestrar la buena tacada en derechos de autor con la que se quedaba antes, entre el 30 y 50% de los royalties, lo que frenaba a muchos músicos de calidad a presentarse a estas componendas del show business. ¿Y a qué ese afán de lucro en el ente público? No sabemos qué responsabilidad tenía en ello la controvertida Toñi Prieto, pero sí se conoce que fracasos sonoros, nunca mejor dicho, como aquel de Manel Navarro y su inefable Do it for your lover, sí fueron obra suya, a dedazo, por lo visto. En septiembre pasado, tras cuarenta años en la casa, la despidieron.
Conclusión: bienvenidas estas nuevas ubres que guían no sé si al pueblo, pero sí a la audiencia televisiva preocupada por un futuro sin cachitos, sin nostalgia venidera que recordar mañana.