El argumento falaz de la presión fiscal
«Los españoles hemos sufrido en el último año una presión fiscal notablemente superior a la soportada por la media de la UE»
Para subirnos notablemente los impuestos en estos dos últimos años, el Gobierno ha utilizado la coartada, también se podría decir la añagaza, de afirmar que nuestra presión fiscal es inferior a la de los países de nuestro entorno. Y, con toda seguridad, la misma falacia o añagaza será utilizada por los expertos fiscales de María Jesús Montero para justificar la recomendación que les han encargado realizar tendente a la aplicación de nuevas subidas.
Personalmente me he esforzado, y me comprometo a seguir haciéndolo, en una labor explicativa del carácter engañoso del argumento empleado. Es así, pues entre las evidencias existentes en la Teoría de la Hacienda Pública se encuentra la que erradica la presión fiscal de un país como indicador o medida del sacrificio tributario exigido a sus contribuyentes. La medición técnicamente adecuada del citado sacrificio se realiza a través del denominado esfuerzo fiscal, estadística que pone en relación la carga que representan los impuestos pagados con la renta de la que se dispone. Referido a un país, la presión fiscal en relación con la renta per cápita.
En orden a lo enunciado, es más que interesante la reciente publicación por el Instituto de Estudios Económicos del Libro Blanco para la Reforma Fiscal en España, obra colectiva que aglutina un amplio número de trabajos de diversos estudiosos de la Fiscalidad. Todos aquellos que abordan la cuestión relativa a la presión fiscal desnudan la argumentación empleada por los que han justificado las subidas impositivas ya realizadas, así como la que van a emplear los expertos que, por encargo, deben justificar las que se proyecta realizar.
Así, en el capítulo introductorio del Libro se refleja el dato proporcionado por Eurostat, según el cual en 2.020 la presión fiscal media en la Unión Europea fue del 41,3% y en España del 37,5%, porcentaje este último que se elevará al 41% de confirmarse los datos oficiales que han sido adelantados -un 5% de crecimiento del PIB y un aumento de la recaudación tributaria en un 15%-. Quiere decirse que, con estos últimos datos, actualmente España tiene ya una presión fiscal similar a la europea. Esta circunstancia ya descalifica cualquier propuesta de nuevas subidas impositivas. Pero es que aún hay más.
Sucede que en el importe del PIB que se utiliza para calcular la presión fiscal se incluyen las cifras estimadas de determinadas áreas de economía sumergida, de modo que si se eliminan del PIB estos importes, que son solo estimados, la presión fiscal europea y española existentes en 2.020 son prácticamente iguales: 44,5% y 45% respectivamente. Por lo apuntado antes respecto a lo sucedido en 2.021 en el PIB y en los ingresos tributario, puede afirmarse con rotundidad que los españoles hemos sufrido en el último año una presión fiscal notablemente superior a la soportada por la media de los ciudadanos residentes en la Unión Europea. ¿Cómo puede preconizarse entonces nuevos aumentos de la fiscalidad? ¿Cómo van a ser justificados a partir de ahora?
Obsérvese que el hilo argumental desarrollado hasta ahora se basa en la presión fiscal a cuyos defectos nos hemos referido antes, pero que constituye el basamento de los partidarios de elevar los impuestos. Ni que decir tiene que, de utilizarse como indicador el esfuerzo fiscal, más riguroso, adecuado y justo que la presión fiscal, la posición de aquéllos resulta ya absolutamente desvestida.
En efecto, publica Daniel Lacalle en el propio Libro Blanco mencionado un ránking de veinte países -Estados Unidos, Japón y los más significativos de Europa- clasificados de mayor a menor presión fiscal y de mayor a menor esfuerzo fiscal, sin considerar todavía los datos correspondientes a 2021. En el escalafón del primer indicador España ocupa el puesto décimo quinto, superando a cuatro países en presión fiscal, existiendo catorce que la tienen superior a nosotros. Sin embargo, al considerarse los diferentes niveles de renta per cápita existentes, en el ránking de esfuerzo fiscal, España resulta ser el cuarto país más exigente con sus contribuyentes superando a la mayoría de los países comparados -15 sobre 19-.
El resultado no puede ser más elocuente. Entre otros casos, nuestro fisco nos exige un mayor sacrificio que el exigido a los alemanes, a los suecos, a los daneses, a los británicos y, por supuesto, más que el soportado por los japoneses y norteamericanos.
Sinceramente, confieso que tengo una morbosa curiosidad intelectual por conocer la manera en la que los expertos de María Jesús Montero puedan llegar a justificar las subidas de impuestos que les han encargado justificar. ¿Obviarán los datos oficiales de Eurostat? ¿Se olvidarán de considerar los datos correspondientes a 2021? ¿Despreciarán lo que revela el indicador del esfuerzo fiscal? Su condición profesional debería impedirlo, pero el encargo que han recibido es el que es. Interesante dilema.