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No es país para centristas

«Ciudadanos cometió muchos errores, por supuesto, pero el mayor fue no darse cuenta de que España no es un país para centristas»

Opinión

Arrimadas e Igea. | Europa Press

  • Madrid, 1967. He sido columnista en Libertad Digital, Vozpópuli y El Español. Ahora escribo en La Razón y THE OBJECTIVE y hablo en Herrera en Cope. Soy profesor titular de Historia del Pensamiento en la UCM. Tengo unos cuantos libros de historia y política.

El centro es una posición geográfica, un punto en el mapa entre la izquierda y la derecha, arriba y abajo. Esto es complicado en un país donde todo el que no es progresista y separatista es «ultraderecha». Tampoco es sencillo cuando la derecha populista califica de «izquierdista» y «cobarde» al que no se define adicto al patriotismo social.

A esto se añade que los etiquetados como centristas no lo han puesto sencillo. No constituyeron el partido más simpático, ni el que generaba más empatía ni confianza. Tampoco es que tuvieran un ideario elevado, ni experiencia en gestión. Muy pocos salieron de eso que se llama sociedad civil. Muchos llegaron para participar del beneficio del poder, y se marcharon en cuanto se hundió el partido.

Ciudadanos tenía sentido cuando era la socialdemocracia constitucionalista en Cataluña que se partía la cara con bolcheviques y fascistas del nacionalismo para defender la libertad. Esto ocurrió porque PSC y PP, este menos, abandonaron a los que no eran nacionalistas.

No obstante, los partidos nacen prístinos y virtuosos hasta que se convierten en una máquina de satisfacer egos y alimentar ambiciones. Fue entonces cuando Rivera quiso ser el monje que vendió el Ferrari para convertirse en presidente, y encontró en el «centro» una manera de conseguir su objetivo.

Ese centrismo puritano dijo que la derecha en España no funcionaba, y que la izquierda tenía razón en todo menos en apoyarse en los nacionalistas. Además, los viejos intelectuales de izquierdas les daban la razón: el socialismo se había degradado con ese abrazo a los identitarios, y el liberalismo y demás ideas derechistas eran contrarias a la emocional justicia social.

¿Qué era el centrismo? El liberalismo social, ni papá ni mamá, la ideología líquida perfecta para pactar con Rajoy o con Sánchez según conviniera. Se presentaba como la opción responsable y gubernamental para introducir sensatez entre «rojos y azules». El discurso era muy bonito: regeneración, paz, acuerdo y honradez frente a una clase política de trinchera, conflictiva y corrupta.

Los millennials aparecieron entonces en la política, la literatura y la prensa para constituir ese centro. Nacidos en los 80 en una sociedad rica, con todos los servicios públicos entendidos como derechos inalienables, de fácil acceso a la educación superior, rodeados de tecnología, se creyeron en posesión de la virtud y la revolución. Es natural. Está en la lógica de la historia de las generaciones. Lo contaba Tocqueville al analizar la revolución en Francia entre 1789 y 1848, y lo remató Gabriel Albiac describiendo a la generación del 68: «¿Playa? ¿Qué playa?».

Todo lo tenían a favor: juventud y discurso, adversarios en crisis, y un escenario en España que permitía la explosión de la nueva política. Sin embargo, en 2019 se mostró que el proyecto de Ciudadanos no daba más de sí y murió, aunque sus políticos profesionales se resisten a desaparecer, como es normal.

Cometió muchos errores, por supuesto, pero el mayor fue no darse cuenta de que España no es un país para centristas. Incluso cuando Aznar y los suyos hablan de «centro reformista» lo que se entiende es tomar lo que la izquierda ha gestionado mal y hacerlo mejor. Nada más. Solo cuando el PP ha hablado de liberalismo y constitucionalismo sin medias tintas ni guiños a la izquierda mediática ha tomado fuerza.

El tiempo del centrismo concluyó. Su momento ya ha pasado a la historia por innecesario. Queda en la memoria de los nostálgicos de la idea y el propósito, no de los hechos. Ahora esa posición pivotante situada en el lugar más estratégico del mercado político es ocupada por los territorialistas; es decir, los provincialistas y regionalistas, que van a abrir la oferta a despecho de los nacionalistas habituales. Otra vez será.

5 comentarios
  1. Pasmao

    Apreciado Vilches

    Muchas gracias por bajar a la arena.

    No es que me moleste que usted critique el centrismo.

    Es que que para mi el centro y el centrismo per se no existen. Ni existieron. En realidad es un espacio acomodaticio que se han inventado los media, mentira que han apoyado los políticos porque les venñia bien para equidisitar y no comprometerse. O igual fue al revés y fueron antes los políticos y depués los peridostas. Cuando se podía diferenciar entre unos y otros.

    Y fue esa entelequia la que entre otras cosas ayudo a confundirlos y que en muchos casos fueran lo mismo.

    El problema de Cs es que se apoyó en algo que sólo existía en su imaginación, porque así quedaba bien, y por eso se la pegó. Como el borracho que se apoya en la farola que no hay.

    Respecto al comunismo.. el problema mas serio es cuando el IBEX, y los IBEX del mundo entero, se tratan de tu con los comusnistas y comparten portadas en las revistas.

    Eso es en mi opinión lo que mantiene al comunsimo hoy. La necesidad de que haya un Estado tan interventor en todo, en benefico de esos conglomerados, que haga inútil las separaciones de poderes y todo lo demás. Esa relación simbiótica es lo que mantiene a ambos.

    Un cordial saludo

    PS parece que la movida PePera, fuego amigo mediante, se ha desatado. Menos mal que mi (nuestra?) apreciada Cayetana no está por ahí ahora. Supongo ese «ya lo djie yo» con na sonrisa mientras se toma un vino y me parto de risa

  2. Ramendi

    Ósea la “ empatía variable “ que diría CAT

  3. viajeroa3

    Tal vez haya acabado el tiempo del centrismo, pero no para todos.
    Sin ir más lejos, Casado se desgañita proclamando a los cuatro vientos, que el PP es el centro.
    No contento con eso, sigue aferrado al mantra de que «las elecciones se ganan en el centro».
    Debe ser que Felipe González, Zapatero o Sánchez, son de centro.

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